25-04-2024 11:28:54 AM

Dilapidar la lotería

Por Valentín Varillas

Se fue Rodrigo Abdala de la delegación de la Secretaría del Bienestar en Puebla.

Se trata sin duda, de un caso de estudio.

Un paso a paso de lo que no se debe de hacer si se pretende destacar en la política o el servicio público.

Y es que, en tiempo récord, este joven echó por la borda un potencial capital que ya hubieran querido tener en su momento personajes que llevan décadas dedicados a las oscuras artes de la grilla.

Desde que AMLO hizo oficial la figura de los súperdelegados, se vio la intentona de concentrar el poder y el manejo del presupuesto federal para los estados, en perfiles de su absoluta confianza.

Por este simple hecho, los designados tendrían un peso específico real en la vida pública en sus respectivas entidades federativas.

Imposible pensar en un trampolín más efectivo y valioso para, desde ahí, tener un infinito abanico de posibilidades para el crecimiento a futuro.

Y así pasó en otros lados.

Los representantes del gobierno federal en muchos estados acapararon reflectores, sus oficinas se llenaron de actores políticos pidiendo audiencia, los medios dieron seguimiento puntual a sus acciones y declaraciones, algunos inclusive decidieron aspirar a un cargo de elección popular en las pasadas elecciones.

Aquí, con Abdala: nada, absolutamente nada.

Y no únicamente en el tema político.

Puebla no se caracterizó nunca por ser un estado en donde brillaran particularmente las acciones del gobierno federal.

La delegación local jamás fue una caja de resonancia para hacer subir los bonos del presidente López Obrador en el imaginario colectivo de los ciudadanos.

Al contrario.

Aquí, se tiene una opinión casi generalizada de que el gobierno de la República se encuentra estancado en una desesperante parálisis y que ha sido especialmente injusto en su trato con el estado.

Tanto en el tema de los recursos federales aprobados para Puebla, como en la entrega de vacunas contra el Covid.

¿Conclusión?-nada bien.

Ni beneficio político, ni eficiencia en el ejercicio del cargo.

Su única herencia tangible: un procedimiento de inicio de responsabilidades, abierto por la entonces titular de la Función Pública Irma Eréndira Sandoval, que hoy duerme cómodamente el sueño de los justos en algún archivo muerto de la dependencia.

Nada más.

 

 

 

 

 

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