Por Valentín Varillas
“Razonado y voluntario”, será el regreso al modelo de educación presencial en Puebla, de acuerdo con el titular de la SEP local, Melitón Lozano.
Imposible pensar que pudiera ser diferente.
Y es que, en el estado, el sistema educativo vive realidades tan variadas y distintas como diferencias existen en nuestro ámbito social y económico.
Volver a las aulas en instituciones ubicadas en comunidades alejadas de la mancha urbana, supone un reto distinto al que enfrentan ciudades con alta concentración de personas.
La pandemia ha demostrado ser un auténtico lastre en estos últimos, en donde de manera consistente se reportan los niveles más elevados de contagios y muertes.
Ahí, las instituciones públicas y privadas tendrán que redoblar esfuerzos para garantizar –a medida de lo posible- las condiciones de higiene y seguridad sanitaria para alumnos, profesores y trabajadores.
Ese es el auténtico reto.
Que cuenten con los servicios básicos necesarios para evitar que el regreso a clases sea otro detonante más de nuevos casos de Covid.
Los protocolos tendrán que ser muy claros, realistas y sobre todo, de observancia obligatoria, sin excepciones.
De la efectiva supervisión de lo anterior, dependerá el éxito o el fracaso de la medida.
También en la sensibilidad para detectar con precisión y a tiempo posibles brotes de la enfermedad, algo fundamental para la oportuna toma de decisiones.
La respuesta en términos del nivel de asistencia de alumnos a las aulas, con todo y lo anterior, resulta totalmente imprevisible y depende de la manera en la cuál cada individuo y familia haya asimilado el tema de la pandemia.
Y aquí también, conviven opiniones y normas de comportamiento tan distintas y diversas, como el número de seres humanos que existen en el planeta.
Por eso, en estos tiempos inéditos, la palabra “obligatorio” no tiene sentido alguno al momento de definir un tema tan polémico como el del regreso al modelo presencial de educación.
La libertad para decidir y actuar resulta fundamental en esta coyuntura, en donde pesan por un lado los evidentes riesgos sanitarios de abrir las escuelas en pleno pico de la tercera ola, pero por el otro, también las consecuencias que en materia psicológica, de aprovechamiento escolar, además de los económicos y sociales que ha dejado esta pandemia.
Habrá que optar, como en otros muchos temas relacionados con el Covid, aquella estrategia de “prueba y error” y evaluar día a día los resultados.
Por más análisis, grillas y demás elementos que han sazonado el debate en torno al modelo presencial, en los hechos no hay mucho más que hacer.