Por Valentín Varillas
Fue previo al proceso del 2015, poco antes de la definición de candidaturas.
El periodista Álvaro Delgado había publicado en la revista Proceso, que desde el gobierno estatal habían sido víctimas de amenazas, tanto el rector Derbez, como otros cuatro “altos directivos” de la Universidad de Las Américas Puebla.
La situación era de tal gravedad, que los perseguidos habían solicitado ya la protección de la justicia federal.
A Moreno Valle no le gustó que Derbez hubiera cerrado filas con el panismo tradicional poblano, para intentar quedarse con algunas posiciones y no dejarle el pastel completo.
El medio y el reportero publicaron el documento la solicitud de amparo que en su momento presentaron los académicos y que sin duda, comprobaba lo escrito.
Según los denunciantes, el objetivo de Moreno Valle y el de poderosos personajes públicos poblanos era “destituirlos de sus cargos, cancelarles su cédula profesional y “silenciar su espíritu crítico del sistema”.
La amenaza incluía “campañas de desprestigio por corrupción, desaparición y hasta asesinato”.
Este hecho generó que un grupo encabezado por Ana Teresa Aranda, Eduardo Rivera y Francisco Fraile, se reuniera con carácter de “urgente” para establecer una serie de acciones encaminadas a plantarle cara al gobernador y desmarcar el uso de la marca PAN al grupo político que representaba el mandatario poblano.
Consideraban que ya había sido suficiente de que todos al interior del partido se dijeran panistas por igual.
Decidieron llevar a cabo un deslinde público y marcar las diferencias entre lo que ellos consideraban era el “auténtico panismo” y “un grupo ajeno a la verdadera ideología blanquiazul, que había tomado por asalto el partido para hacerse de posiciones políticas de beneficio personal”.
Esto incluía una clasificación de los aspirantes a candidatos a la diputación federal en donde se diferenciaba a los “verdaderos panistas” del resto de quienes pedirían el voto en esa elección.
A aquel encuentro no asistió personalmente el rector Derbez, pero sí un personaje de todas sus confianzas ,quién no solo avaló los puntos a tratar en el encuentro, sino que confirmó lo publicado por el semanario Proceso.
Es evidente que la intentona del panismo ortodoxo de reivindicar los preceptos que le dieron forma al blanquiazul como partido, resultó en los hechos meramente simbólico.
No fueron, ni de chiste, una amenaza real para el grupo político del gobernador Moreno Valle controló absolutamente, hasta el último día de su vida al partido en Puebla y tuvo amplísima influencia en la vida del blanquiazul a nivel nacional.
Como una especie de “revancha” contra Rafael, un par de años después, Derbez se destapó públicamente como aspirante a la candidatura presidencial del PAN.
Contó con el apoyo incondicional y el aval de Ricardo Anaya, entonces líder del partido, que en ese momento tenía ya prácticamente amarrada la nominación y que disfrutaba mucho viendo como el ex -gobernador poblano se desgastaba sudando obsesivamente una calentura irrealizable.
Hoy Derbez vive nuevamente horas oscuras.
Es un involuntario protagonista de una ya vieja disputa familiar, en donde hay miles de millones de por medio y oscuras manos externas moviendo la cuna.
La tormenta actual, la que se desató por la avaricia y la ambición, luce mucho más desastrosa que la que enfrentó en su momento por razones de tipo político.