Por Alejandro Mondragón
Después de procesos electorales convulsos y de inestabilidad política, Puebla comienza a transitar en la ruta de la reconciliación.
No hay que olvidar que la entidad tuvo en un lapso de dos años cinco gobernadores: Antonio Gali, Martha Érika Alonso (q.e.p.d), Jesús Rodríguez Almeida, Guillermo Pacheco Pulido y Luis Miguel Barbosa.
Antes de las elecciones del pasado 6 de junio se arrastraban conflictos políticos, polarización y enfrentamientos entre grupos de poder.
Por vez primera, el gobierno del estado no metió la mano en las elecciones, las denuncias de fraude escasearon y los derrotados aceptaron su realidad.
En septiembre habrá un Congreso del Estado de mayoría morenista y en octubre se darán los relevos de autoridades municipales, en las que predomina la pluralidad política.
Y a partir de esa realidad, todo lo demás se acomoda en función de lo que Puebla necesita para los próximos tres años, sobre todo ante la pandemia del coronavirus que trastocó todos los tejidos sociales y económicos.
Para las autoridades municipales que se van y llegan se les harán eternos los próximos cuatro meses, porque las primeras ya no quieren saber nada, y a quienes llegan les urge conocer todo.
Lo que predomina hoy en la clase política es dejar en claro que antes del 2 está el 1 en el poder de Puebla, por lo que las muestras de sumarse al barbosismo cada vez serán mayores.
Otros también se han aglutinado en torno a la figura del alcalde electo, Eduardo Rivera, para lo que viene, pero en general aquellas voces estridentes empiezan a apagarse.
Ahora se habla de proyectos, obras, sumarse a las acciones de inversión, despresurizar el quehacer político y sentarse a negociar, lo que llevábamos años sin observar.
Soplan otros vientos en Puebla.
