Por Alejandro Mondragón
El Partido Verde Ecologista se ha convertido en la dama culta de cada sexenio, siempre acompaña al partido en el poder.
Lo hizo con el PRI y el PAN, pero ahora con Morena. Suele encarecer sus negociaciones porque sabe que su presencia marca diferencias, aunque al final resulta que no valía tanto.
En este proceso electoral, el Verde comenzó a regatearle a Morena posiciones. En algunos estados se desligó y en otros prefirió ser la fuerza preponderante.
En plena campaña, a sus candidatas/os les mantuvo la línea que entre más alejadas/os estuvieran de Morena sería mejor, lo cual impidió que sus cartas entraran al mercado de la 4T, como ocurrió en Puebla.
Y pagó en las urnas. El Verde en su afán de darse a desear advirtió que valoraría seguir en alianza con Morena y PT en el Poder Legislativo.
Las respuestas vinieron en dos sentidos. El Instituto Nacional Electoral advirtió con retirarle el registro por reincidente, luego de usar a los llamados influencers de las redes sociales para promoverse la noche anterior a la elección del 6 de junio.
Y después, se le comunicó de una investigación por uso de empresas fantasmas durante el gobierno de Manuel Velasco, senador chiapaneco que quiso pasarse de listo.
Además, el Verde que presume el padrinazgo de Marcelo Ebrard, pues ya imaginará lo que se viene si opta por dejar la alianza de la 4T, en tiempos en que el canciller enfrenta su peor momento político, después de la tragedia de la línea 12 del metro en la Ciudad de México.
O la bebes o la derramas, bien dicen.
Y el Verde cerrará el pico.