Por Alejandro Mondragón
“Ahora resulta que todos ya somos amigos”, soltó una persona cercana a Luis Miguel Barbosa, después de ganar la elección del 2019 y enfrentar ataques políticos, contra su patrimonio y familia, así como una bola de infamias y traiciones en los comicios del 2018.
Todos aquellos que lo crucificaron, cambiaron la discursiva y sus acciones de poder para sumarse a la causa de Barbosa hasta que llegó el 2021.
Y, otra vez, se pusieron en su contra para bloquear y rechazar su operación política. Particularmente en Morena se unificaron para dejarlo sin margen de maniobra.
Pero resulta que los caminos del poder tienen atajos y ofrecen una ruta paralela, mientras los enemigos festinaban que le iban a arrebatar todo, en un solo camino.
Los resultados electorales pusieron a todos en su lugar. La mayoría del Congreso del Estado responde al barbosismo y sus enemigos perdieron sus cuotas y cotos que construían en los municipios y diputaciones locales.
Alejandro Armenta fue el primero en admitir su derrota para “desde el Senado defender los intereses de Puebla y su gobernador”. Ignacio Mier Velazco, coordinador legislativo “hizo también las paces”, reveló el columnista Arturo Rueda, quien además entrevistó a Carlos Evangelista, otro barbofóbico transformado ya en barbofílico.
La mano del gobernador no alcanza para tanto, pero el destino sí. En la Ciudad de México, tres personajes que también le llevaron las contras acabaron por naufragar: Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno; Citalli Hernández, secretaria general de Morena y responsable de la plaza; y Alfonso Ramírez Cuéllar, quien perdió la diputación ante la cantante Rocío Banquells.
Otros más irán a pactar su derrota, claro hasta que sus apetitos políticos reaparezcan. Lo cierto, es que jamás hay que acorralar al enemigo si en verdad pretendes aniquilarlo.
Este lunes, regresa al Ayuntamiento, Claudia Rivera Vivanco a concluir su gestión. ¿Buscará su encuentro con Barbosa para lo que le viene?
