26-04-2024 11:00:13 PM

Igualarse al pasado

Por Valentín Varillas

 

Curioso, por decir lo menos, resulta el hecho de que el eje central del discurso del presidente en esta coyuntura electoral, montado como está en apoyo del partido en el gobierno, sea la obsesiva comparación con el pasado.

AMLO está seguro que le suma a sus bonos, el estar culpando permanentemente a sus antecesores de todos los males que aquejan al país.

Como estrategia de campaña de un candidato opositor, el remitirte a los yerros, corruptelas y omisiones de quienes antes que tú llevaron las riendas del país, sin duda fue rentable.

Lo mismo como justificación de los prácticamente nulos resultados que ha tenido el gobierno de la 4T en sus primeros meses.

Pero seguir con lo mismo a punto de entrar a la mitad del sexenio, está empezando a generar un efecto bumerang que puede afectar el bono de popularidad y confianza del que ha gozado hasta ahora López Obrador.

¿Y para cuándo le van a entrar de lleno a la responsabilidad de dar resultados?

Cada vez somos más los que nos preguntamos lo anterior.

Sobre todo los que nos decidimos a optar por un cambio en las urnas en la presidencial del 2018.

Como que ya llegó el momento de hablar de lo que se hace ahora, al margen de lo que se hizo antes.

Eso ya lo sabemos de sobra, tan es así, que fue repudiado en su momento por más de 33 millones de mexicanos.

Es momento de ver hacia adelante y como ciudadanos, exigirle a los que están ahora que asuman la obligación de gobernar.

Y esto no supone apostarle a la amnesia selectiva ni a la clásica impunidad transexenal.

Es, simplemente, trasladar los retos que como país tenemos en tiempo presente, para siquiera sentar las bases de un acercamiento hacia su posible solución.

Los asesores presidenciales deben saberlo bien, aunque ni siquiera los pelen en Palacio: la fecha de caducidad de la diatriba que conjuga en pretérito el ejercicio de gobierno ya llegó.

Ahora, es imperativo el empezar a hablar en presente y en futuro.

Aunque esto suponga una dolorosa introspección de todo lo que no ha podido hacer como gobernante, el mismo que en su momento aseguraba que todo lo podía como opositor.

En este contexto, cada vez son más las voces en el círculo más cercano al jefe del ejecutivo federal que opinan que el tan socorrido formato de las mañaneras, empiezan a restar en lugar de sumar y que después del proceso electoral, cuando venga la calificación del mismo y se determinen, más allá de toda duda, ganadores y perdedores, habrá que darle cristiana sepultura.

Sobre todo si las cosas no salen como el presidente quiere.

AMLO se vendió siempre como el único honesto, puro, honrado y virginal personaje de la política nacional.

Algo inusual, inédito, insólito y sobre todo, incomparable.

Sus permanentes referencias a lo que ya fue, lejos de honrar estas supuestas diferencias, simplemente lo igualan con todos los demás.

Lo vuelven, simplemente, más de lo mismo.

 

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