28-03-2024 03:40:17 AM

Sangre y elecciones

Por Valentín Varillas

 

Los grupos de facto levantan su sangrienta mano y ya se hacen notar con toda dureza en el actual proceso electoral.

Violencia, atentados y muerte: el saldo fatal hasta ahora.

Y todavía no acaban las campañas.

Falta todavía mucho por ver.

Y lo peor, el tema de la delincuencia organizada como materia prima de la guerra sucia que ensayan partidos y candidatos.

Todos se enfrentan en un torneo de descalificaciones y ataques para colgarle al de enfrente la etiqueta de representar los intereses del crimen, mientras el nivel de penetración institucional de estos grupos crece de manera preocupante.

Como antes; como siempre.

Esta reafirmación de la delincuencia como autoridad de facto en el país, se da no sólo para contrarrestar el mentiroso discurso oficial que asegura que la estrategia que ha echado a andar el actual gobierno en materia de seguridad, ha tenido éxito, sino para recordarle de paso a la sociedad, que el peso específico de las organizaciones criminales es un factor determinante que influye, y mucho, en nuestros procesos democráticos.

Nos guste o no, candidatos que pretendan llevar a cabo una campaña potencialmente exitosa y no morir en el intento, tendrán que ser palomeados por la delincuencia.

La presión de personeros del crimen organizado sobre los partidos políticos para quedarse con candidaturas a cargos de elección popular y apostarle así a seguir gozando del paraíso de impunidad que les ha permitido hacer negocios millonarios con la complicidad oficial, es evidente.

Candidatos, a lo largo y ancho del país, desde los primeros días de la campaña, han manifestado que han sido ya amenazados por criminales por el simple hecho de competir en este proceso y ejercer sus derechos políticos elementales.

Algunos de estos casos no quedan en simples advertencias.

Desde hace décadas, hemos visto y seguimos viendo asesinatos arteros de contendientes a un cargo de elección popular, cuando representan una amenaza real para sus intereses.

Nos guste o no, el alarmante poder del crimen lo convierte hoy en un actor político más, con intereses y reivindicaciones muy claras, que sin ningún pudor se deja ver a los ojos de todos, incidiendo directamente en la conformación del escenario político nacional.

La narco-política llegó para quedarse.

Es otra realidad que no cambia en México, en estos tiempos de supuesta transformación, la cuarta dicen, de la vida pública nacional.

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