Por Alejandro Mondragón
El último jalón de las campañas electorales no estará exenta de angustias y sorpresas, porque ya quedó establecido en el imaginario colectivo que se disputan dos alternativas.
Seguir el camino de la 4T o corregir el rumbo. La capital del estado es el escenario en el que se miden las dos fuerzas y que seguramente la que se imponga generará un efecto de arrastre sobre el resultado final de los comicios.
El presidente Andrés Manuel López Obrador apostó por ganar y sus adversarios porque pierda. El primero con su marca, Morena, los segundos con su lema AntiMorena.
La guerra sucia subirá de intensidad, no habrá espacio para nadie que pretenda alcanzar un cargo público, aunque lo cierto es que todos los ojos están puestos en lo que ocurra entre Los Riveras (Claudia y Eduardo).
En la última semana de la campaña llegó la polarización a Puebla, como ya se nota en la mayor parte del país, sobre todo en aquellas entidades que renovarán además la gubernatura.
La narrativa final de la contienda englobará tal dilema, por lo que cualquier error o acierto será capitalizado.
Indiscutiblemente que la elección se cierra, porque forma parte del interés que empiezan a expresar los indecisos ante lo que consideran puede ser la mejor opción.
El punto clave será mover al electorado para que vaya a las urnas. El abstencionismo suele favorecer el status quo y dejar las cosas como están.
Hay una tendencia reciente a generar miedo, espantar con violencia, pero -en esos temas- los poblanos/as ya tienen experiencia a la hora de sufragar.