25-04-2024 07:50:06 PM

Felipe, con la lengua mordida

Por Valentín Varillas

 

Vaya que fue aplaudido y vitoreado el discurso de Felipe Calderón en el evento de apoyo a Eduardo Rivera candidato a la alcaldía de Puebla.

Lástima que estuviera lleno de contradicciones.

No en la forma, en el fondo.

Tiene razón el ex presidente cuando asegura que hoy se viven tiempos oscuros para el ejercicio del periodismo.

Existen argumentos de sobra para demostrar lo anterior.

Sin embargo, durante su mandato, México no fue necesariamente un paraíso en materia de libertad de expresión.

Al contrario.

En su momento, fue inclusive el periodo más violento para la prensa en la historia moderna del país.

El saldo fatal: 60 asesinatos y 15 desapariciones forzadas.

Tan solo en su último año en la presidencia, se llevaron a cabo 258 ataques en contra de trabajadores de los medios, entre asesinatos, desapariciones forzadas, amenazas y ataques armados en contra de periodistas y de las instalaciones en donde laboraban.

Estos datos los dio a conocer en su momento el Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS).

Esta instancia también reportó que el 58 por ciento de las agresiones físicas en contra de periodistas se dieron desde el servicio público en sus tres niveles.

También la delincuencia organizada llevó a cabo ataques importantes en contra de representantes de los medios en el sexenio de Calderón, pero el 98% de ellos quedó impune.

Nada que presumir.

Ninguna calidad moral para criticar una realidad que desgraciadamente hoy no ha cambiado, pero que él en su momento tampoco hizo nada por cambiar.

Cuando podía, cuando tenía todo el poder para hacerlo.

La cereza del pastel fue cuando señaló, con toda razón también, la cada vez mayor injerencia de la delincuencia organizada en la vida nacional y su perversa sociedad con autoridades legalmente constituidas.

Se atrevió a hacer esto cuando en su sexenio, el gobierno y las instituciones del Estado mexicano fueron puestos a disposición del Cártel de Sinaloa.

Las investigaciones que se llevan a cabo en Estados Unidos, no dejan lugar a dudas.

El proceso contra García Luna, Secretario de Seguridad Pública de aquel gobierno es demoledora, contundente y sobre todo, trágica para el país.

La justificación de Calderón, en el sentido de que desconocía los pactos y acuerdos que signaba su mano derecha con los delincuentes, resulta ridícula y hasta criminal.

Atenta contra la inteligencia más elemental.  

Po esta sencilla razón, hablar de infiltración del narco en el servicio público, con estos antecedentes es, simplemente demencial.

¿Y entones?

¿Sumó o restó el apoyo de Calderón?

Más allá de los aplausos y las fanfarrias, inclusive de los morenovallistas, quienes parecen haber olvidado ya las traiciones y puñaladas que en su momento, su finado jefe político llevó a cabo en contra de Felipe a quien, sin ningún pudor, le arrebató el control del PAN en su calentura presidencial.

Así la congruencia opositora.

Ni a cuál irle.

Vaya panorama.

 

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