24-04-2024 02:22:01 AM

Despertar el 7 de junio

Por Valentín Varillas

¿Cómo será la mañana del lunes siguiente a la próxima elección?

El famoso “día después” del proceso más importante para el actual grupo en el poder, va a variar de manera diametral en función de lo que se viva en las horas posteriores a la jornada.

El “botepronto” de la votación, cuando las autoridades electorales no tengan todavía a detalle, la forma en la cual se desarrolló la votación y por lo tanto, no existan aun los elementos necesarios para calificarla de acuerdo a los protocolos que marca la ley.

Sobre todo en lo que se refiere a la federal, la que determinará cómo va a integrarse la cámara baja del legislativo.

El primer escenario -muy poco probable según los pronósticos- sería que el partido que representa al actual grupo en el poder, sumado a sus rémoras con los que va en coalición en la federal, se lleve un número de curules de 333 o más, suficiente para hacer todo, absolutamente todo lo que deseen o bien, lo que les ordene el presidente.

Sería la muerte auténtica de aquel romántico concepto de la “división de poderes” que, aunque casi nunca se haya ejercido a cabalidad, su simple permanencia supone en teoría la existencia de contrapesos legales que regulen los caprichos del ejecutivo.  

La oposición sufriría un revés histórico que los perfilaría a perder con toda contundencia la presidencial del 2024, abriendo la posibilidad a que el actual grupo político goce de años y años en la cúpula del poder.

Hay otro escenario, el que la mayoría de las encuestas consideran como el más probable y que supone que Morena y sus aliados puedan mantener la mayoría “no calificada” en la próxima Cámara de Diputados federal.

Un número de posiciones no suficiente para modificar el texto constitucional, pero sí para que el presidente navegue en aguas tranquilas la segunda mitad de su sexenio.

La respuesta oficial a esta posibilidad, es un auténtico volado.

En su obsesión por imponerse a todo y a todos, el jefe del ejecutivo federal podría continuar con esta estrategia de descalificar a las instancias encargadas de organizar y calificar los procesos electorales, siguiendo con aquella intentona de desaparecerlos a como dé lugar, pero con el consuelo de que no se modificaría el status quo actual.

El martirologio sería medianamente moderado, muy similar al que se ensaya hoy, obligando a los representantes del partido en el poder a cabildear con otras fuerzas políticas, cuestiones prioritarias para AMLO en los tres años restantes de su administración.

Es muy poco probable que el presidente pierda el próximo congreso.

Que el número de incondicionales suyos en la legislatura que viene sea menor a la de quienes representan hoy a la oposición nacional.

El escenario catastrófico para la 4T, seguramente vendría acompañado de una serie de acciones fomentadas desde la oficina principal de Palacio Nacional, que harían de ese lunes, un auténtico “lunes negro”.

La retórica del fraude, el mito fundacional de esta Cuarta Transformación, encontraría el caldo de cultivo ideal para llevarla a los extremos, impulsada y fomentada en el discurso oficial.

Manifestaciones, protestas, persecución de instituciones y sus representantes, mayor polarización y el riesgo inminente de una ruptura importante en el tejido social.

Más allá del romántico “deber ser”, desde la óptica más práctica, la realidad actual de la vida política nacional no hace que parezcan descabelladas estas potenciales acciones.

El fanatismo “cuatrotero” -el oficial y el privado- se desataría con todo, pudiendo poner en riesgo la propia gobernabilidad del país.

Son los ingredientes que se utilizan ya para fomentar, como se está haciendo en algunas partes del país, el voto del miedo e inhibir la participación de votantes el día de la elección.

Lo realmente grave es que, estas potenciales acciones no son parte de un escenario de ficción.

Son muy reales, muy probables, en caso de que las cosas no le salgan bien a AMLO en las urnas.

La mañana del lunes 7 será una prueba auténtica para el entramado democrático y para los organismos electorales.

En ellos recaerá la obligación de dar certeza y vender la confianza necesaria, mientras se llevan a cabo las acciones correspondientes para verificar que la elección se haya llevado a cabo conforme a derecho.

Pésele a quien le pese y se enoje quien se enoje.

Inclusive a pesar del mismísimo presidente.

 

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