Por Jesús Manuel Hernández
Y las campañas por la silla del Palacio Municipal entraron en su recta final en medio de una zozobra que busca a todas luces aumentar el humor social en contra de la candidata de Morena, auspiciada, extraña y curiosamente, no por los aliancistas multicolores, sino por una corriente al interior del movimiento con los riesgos que eso supone para el proyecto nacional de la 4T.
La capital de Puebla se convierte a veces, en una especie de “joya de la corona” y las acciones políticas o de mercadotecnia siempre son ensayadas en la Angelópolis. Si en Puebla funciona, funcionará en todo el país, contaba Gonzalo Vega cuando presentaba a “La Señora Presidenta” en el Teatro Principal.
Las reflexiones sobre los 60 años de la Reforma Universitaria traen a cuenta los enfrentamientos “ideológicos” entre los anticomunistas y quienes eran considerados promotores del comunismo, llamados “carolinos”. La experiencia vivida en esos tiempos la pueden contar aún algunos estudiantes y protagonistas y sus consecuencias están en las páginas de la historia moderna de la ciudad.
El escenario político local se asemeja aunque falta el ingrediente de la ideología. La postulación de Eduardo Rivera Pérez responde a la reorganización de los movimientos empresariales ideológicos afines al PAN que han mantenido su poder e influencia en la estructura del partido luego del fracaso padecido en su intentona de gobernar con Moreno Valle.
Para nadie es un secreto que la candidatura de Lalo en 2011 le fue impuesta a Rafael Moreno Valle quien se había decantado por alguien ajeno al PAN, cercano al PRI y con enorme carga política contra Mario Marín. Pero los empresarios detrás de las negociaciones lograron convencer al papá de Rafael, quien a su vez convenció a su hijo de aceptar a Lalo Rivera, para jalar a los duros del PAN, pero con quien nunca tuvo afinidad, ni empatía, ni reconocimiento, ni nada de nada. Los tres años de su gobierno fueron difíciles, llenos de bloqueos, de manipulaciones, de ofensas.
Baste recordar cuando Rafael le impidió a Lalo salir al balcón en el primer Grito de Independencia de su gobierno en 2011.
Rivera se dedicó a quejarse con los dirigentes empresariales y eclesiásticos, no pudo realmente gobernar, ni decidir sobre las obras de la ciudad, pensadas y ejecutadas para el exclusivo lucimiento del gobernador Moreno Valle.
Vale la pena recordarlo, porque los escenarios, aunque matizados, se repiten.
A Claudia Rivera le quiso hacer lo mismo el gobernador. Pero ella se reveló y las facturas en el cajón de Casa Aguayo están saliendo y el papel de cobrador le ha sido encomendado a Gabriel Biestro, quien pelea su lugar en Morena, instancia que finalmente designó a la candidata, no el gobernador, lo que le dejó un mal sabor de boca y un regocijo en el comité nacional.
Quizá por ello los discursos de Lalo Rivera vayan enfocados a que él sí tendrá buenas relaciones con el gobernador, un asunto que nunca logró con uno de los suyos y cree que sí podrá hacerlo con el representante de los adversarios.
Hace 10 años, Rivera fue puesto en charola de plata por los empresarios que lo hicieron candidato, negociaron las posiciones de Pablo Rodríguez Regordosa y Franco Rodríguez Álvarez, como prioritarias para el ejercicio político, es decir Eduardo fue usado por quienes lo llevaron a la candidatura para abrirle el paso a los otros. El proyecto no funcionó.
El escenario si bien es diferente ahora, no deja de lado la opción de que gane quien gane se convierta en aspirante natural para el 2024, para Eduardo sería la última llamada, para Claudia no, es joven y tiene otras opciones.
En tiempos de la lucha de Fuas contra Carolinos hubo quienes, sin arriesgar el cuerpo salieron ganando posiciones ventajosas dentro y fuera de la universidad. Las ideologías fueron usadas para hacer caldos de cultivo.
Quizá ahora suceda lo mismo, hay quien puede estar moviendo las aguas sin arriesgar el cuerpito, porque la mira está en el 24.
O por lo menos, así me lo parece.
