Por Alejandro Mondragón
Un grave problema enfrenta la Alianza Va Por Puebla en la capital: su candidato, Eduardo Rivera Pérez, no prende, menos entusiasma.
Dirán que eso qué importa si es puntero en las encuestas. Este inédito proceso ha demostrado que aquellos que lideran sondeos acaban en tercer lugar, por confiados o cometer un solo error.
También sostendrán que mientras gane, no importa que Rivera Pérez se hayan quedado anclado en la campaña del 2011 con sus mil calles, equipo de video vigilancia y estancias infantiles.
El problema radica en que aún como puntero de las encuestas de lo que menos se habla en las clases medias es precisamente de Rivera Pérez.
A amplios sectores tradicionales del panismo les disgustó ver a su candidato a la alcaldía con el chaleco rojo del PRI, partido al que siempre les dijeron es el enemigo a vencer.
¿Cuántos optarán por el camino del abstencionismo, en lugar de votar por quién también porta los colores del PRI?
El principal efecto de que la campaña de Eduardo no prende es que no se ven, menos se escuchan, los abanderados por las diputaciones locales. Ya les contagió del virus de la inmovilidad electoral.
Más frontales han sido los candidatos a legisladores federales de la alianza PAN, PRI y PRD contra la opositora morenista, Claudia Rivera Vivanco, que el propio Eduardo Rivera.
¿Qué pasa en realidad? ¿Acuerdos en el horizonte cercano?
Faltan cuatro semanas, las más complicadas, pero en la capital andan muy confiados con las encuestas que ellos mismos se mandan a hacer y divulgan.
La experiencia en las campañas indica que los ataques constantes hacia cierto perfil acaba más por victimizarlo que enlodándolo.
Y síganle, ahí la llevan.