Por Alejandro Mondragón
La frase de “Vota todo por Morena” naufraga en el infierno de lo que ya marcó al partido gobernante y su 4T: las violencias de género y sexual.
¿Qué van a hacer con aquellos personajes señalados por la opinión pública, dentro de la misma bolsa de otros y otras que ofrecen continuar con la Cuarta Transformación que tanto necesita México?
La forma en la que han aparecido, y seguirán en la escena más casos, perpetradores, denunciados por violaciones sexuales, agresores de mujeres y mano larga, es inconcebible para un partido que ofreció no convertirse en lo que tanto prometió combatir: las mafias del poder.
Insalvables a los ojos de los electores aquellas candidaturas que sirven para obtener fuero y olvidarse de lo elemental: el respeto.
Ya abundan los Salgados Macedonio, David Monreal, Saúl Huerta, como ejemplos de lo que deben evitarse en el ámbito nacional. Del local, también pululan los acosadores.
El problema es la salud de la República, en la que desde el poder se salen con la suya. Eso ofreció acabar Morena.
Ahora cómo va a separar el partido en el poder a aquellas hienas políticas, sin dañar al resto del proyecto.
Las campañas son emociones y reflejan el estado del electorado para votar. Hoy la opinión pública señala a los candidatos morenistas de cochinos.
El problema es que el presidente Andrés Manuel López Obrador ni ve, ni escucha las críticas. Simplemente cuando afecta a su partido cambia de tema, lo que deja un oscuro antecedente de complicidad.
El país no está para votar todo por Morena, menos para guardar silencio, sino por el contrario, todos desde su trinchera tienen la obligación de censurar y exigir castigo.
La campaña hará que a todos los demás candidatos y candidatas empiecen a verlos con ojos de que fueron copartícipes con su silencio de la infamia de las agresiones a las mujeres y niños.
Contra eso, no hay antídoto.
Los morenistas y aliados, en la escena electoral, se empezaron a deslindar muy tarde.