Por Alejandro Mondragón
Los astros se alinearon en torno a la candidatura de Eduardo Rivera Pérez para repetir en la alcaldía y tendría que ser muuuuy Antonio Sánchez Díaz de Rivera para no serlo.
Lleva cinco partidos en una alianza (PAN, PRI, PRD, PSI y Compromiso por Puebla), además de 15 puntos de ventaja sobre su más cercana competidora Claudia Rivera Vivanco, quien, por si fuera poco, reporta el 70 por ciento de desaprobación a su primera gestión.
Y quizá lo más relevante: Rafael Moreno Valle está muerto, su principal operador encarcelado y otros morenovallistas andan en el exilio.
Incluso, el principal partido opositor a su causa, Morena, enfrenta una ruptura que no concluirá en el proceso constitucional, sino se acentuará. La ecuación es simple: la derrota de Claudia será la victoria de muchos y viceversa.
¿Qué más se puede pedir?
Antonio Sánchez Díaz de Rivera fue el empresario que el PAN postuló para la alcaldía en 2007. Tenía 20 puntos de ventaja, el respaldo de la nomenclatura albiazul, el desprestigio del marinismo por el escándalo del Góber Precioso, además de disponer con la estructura del gobierno federal.
Peeeeero yerros y gazapos, arrogancia y que competidores por la gubernatura en 2011 lo vieron, al interior del PAN, como amenaza real e hicieron campaña de brazos caídos para que perdiera frente a Blanca Alcalá.
Rivera Pérez, además de todos aquellos factores que ya le platiqué, dispondrá de medios no afines, sino declaradamente críticos a todo aquello que haga Claudia Rivera. Construirán en el imaginario colectivo la derrota anticipada de la alcaldesa con licencia.
Eduardo va por su tercera campaña por la misma posición. La primera la ganó, la segunda, simplemente la perdió. Andrés Manuel López Obrador venía en el paquete de las boletas electorales, ahora no lo estará, aunque sí su imagen como presidente.