19-04-2024 08:18:32 PM

La sala maldita del Tribunal

Por Valentín Varillas

Algo muy grave pasa en la Segunda Sala en materia penal del Poder Judicial del estado.

La que encabeza Alberto Miranda Guerra y de la que forman parte Marcela Martínez Morales y Jorge Benito Cruz Bermúdez.

Y es que, en su interior, existe una auténtica resistencia al cambio.

A dejar que se aplique de manera imparcial, pronta y expedita la justicia, frase romántica, lugar común, pero un derecho legítimo para todos.

Ahí, los expedientes se manejan bajo criterios que poco a poco se han ido superando en otras instancias del mismo poder.

Que han quedado atrás como penosa muestra de un pasado que urge superar, pero que no hay que olvidar para no correr el riesgo de repetirlo.

El amiguismo, el compadrazgo y el status económico pesan y mucho en el concepto de administrar justicia.

Acostumbrados a la bizarra lógica morenovallista que imperó durante años como efectivo mecanismo de premios para los amigos y castigo para los enemigos, sus integrantes se han anclado en usos y costumbres que no tienen ya cabida en la realidad poblana.

Fueron parte importante de la prostitución de las instituciones del Estado para fines personales. 

Las penosas historias que han protagonizado en su actuar profesional, en esta y otras responsabilidades, han ocupado por años espacios importantes en todo tipo de columnas y medios de comunicación.

Hacer referencia a una mínima parte de ellos, llevaría cuartillas enteras, lo que excede por mucho la intención de este espacio.

Pero quedan ahí como parte de la memoria histórica poblana.

Como prueba fiel de aquellos tiempos oscuros en donde la justicia se administraba bajo la lógica de una oficina de trámites del gobernador en turno. 

Ayer eran los más, hoy son los menos.

La mayoría ha dejado atrás posturas de tipo político, ha dejado ya de buscar la consabida línea, privilegiando la autonomía y el respeto al estado de derecho en la toma de decisiones.

Decisiones que -de acuerdo al cargo que ostentan- cambian vidas, para bien o para mal.   

En esa dinámica crecieron y créame que les fue muy bien en todos los aspectos.

Por eso se han resistido al cambio.

Y se nota.

Pero la realidad es que no tienen hoy muchas opciones.

Tendrán que enfrentar la dolorosa mutación, de gatilleros a magistrados, si quieren seguir vigentes en el poder judicial poblano.

Hoy, es cierto, están acotados, pero siguen haciendo mucho daño.

Como tumores cancerosos, son un foco de infección permanente en un organismo que  está siendo sanado, le pese a quien le pese.

 

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