Por Alejandro Mondragón
Puebla siempre aparece en los grandes eventos… de corrupción, impunidad, moches, inseguridad y feminicidios, entre otros.
La entidad se convirtió en puerto seguro para los moches de la política al más alto nivel, durante la era morenovallista.
A todo se le sacaba porcentaje (primero para el proyecto presidencial y ya lo demás se lo repartían).
Dos hechos recientes revelan que bastaba cualquier acción de gobierno para llevarse tajada. A veces directo con la comisión, en otras ocasiones mediante la recomendación del responsable del proyecto.
Ahí está el caso de Emilio Lozoya, a quien ahora se le atribuye un pase de charola para construir el museo de la Reforma Energética, el cual jamás se cristalizó, pese a que dispuso de más de 522 millones en donativos.
Un personaje conocido de los poblanos apareció como responsable de la obra: Enrique Norten.
Su despacho arquitectónico fue el encargado de la transformación de la zona de Los fuertes de Loreto y Guadalupe para los festejos del CL aniversario de La Batalla del 5 de Mayo.
Con TEN Arquitectos no sólo se encargó de forrar 6 mil 400 metros cuadrados de madera de origen Finlandés, la cual comenzó a levantarse cuando todavía no cumplía el primer año. También por sugerencia de Moreno Valle fue el responsable de la renovación que incluyó la terraza del Museo Amparo.
La magna obra morenovallista recibió millones de pesos, al igual que otras acciones en las que Norten apareció como protegido del morenovallismo.
Enrique Norten llegó a Puebla de la mano de Elba Esther Gordillo, era su arquitecto de cabecera, pero tras la detención de la maestra en 2013, acabó en las manos del entonces ex gobernador panista.
Ahí están los vínculos políticos y arquitectónicos del morenovallismo con el peñismo, por la vía de Lozoya.
Relaciones inconfesables del pasado que ahora cobran factura y seguro dejará en posición incómoda a quienes en vida operaron el negocio de los moches.
