por Rocío García Olmedo
Alistamos nuestro regreso según lo decretado por el Presidente López Obrador a la “nueva normalidad”, decreto que por cierto, tuvo tres versiones distintas en 3 días todas las cuales fueron publicadas en el Diario Oficial de la Federación.
Así, con instrucciones contradictorias, como ha sido desde que inició esta larga cuarentena y durante todo este proceso de crisis sanitaria; muchas personas retomarán sus actividades el primero de junio, que porque ya “domamos” a la epidemia -dice el Presidente- fue presentado un semáforo para ir viendo cómo vamos, pero también, presentaron un mapa de la República Mexicana en la que excepto un Estado –Zacatecas en color naranja-, todos los demás Estados estamos en color rojo, incluido Puebla, inentendible, aun así inicia la “nueva normalidad” que en la entidad poblana pareciera entraremos hasta el día quince de junio.
Sea de una u otra manera esto supone que el gobierno federal al declarar por terminada la “jornada nacional de sana distancia” e iniciar la “nueva normalidad” está listo. Ha diseñado las políticas públicas para desarrollar los programas que serán implementados desde el primer momento del inicio de esta nueva etapa.
Esto sin duda pasa por las medidas de protección a seguir para proteger y cuidar la salud de los trabajadores/as, de clientes, de proveedores; en escuelas, en oficinas de gobierno, en mercados, en tienditas, con el propósito de no recaer en una segunda vuelta del virus, que implicaría no sólo pérdidas de vida sino un retroceso mayor.
Pero no solamente se trata de lo sanitario, implica también el inicio de un programa estratégico para recuperar la economía en nuestro país, para atender la pérdida de empleos que nos dejó este confinamiento, el respaldo a los empresarios pequeños, medianos y grandes que son los generadores y también los apoyos al campo, sector muchas veces olvidado.
Entrar a una “nueva normalidad” pasa también por atender los problemas ya existentes que generan desigualdad y los que pudieron hacerse visibles durante el confinamiento; como un problema social que muchas veces puede ser de salud pública, que puede provocar violencias al interior de las familias: la sobrecarga de trabajos a las mujeres, pocas veces comprendido, porque implica reconocer el tiempo que se dedica al trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados que son indispensables para la sostenibilidad de la vida; problema que genera una brecha de desigualdad, “una desigualdad estructural que se expresa al desvalorar el trabajo de cuidado que generalmente realizan las mujeres”, como bien sostiene Clara Jusidman.
Por cuestiones de seguridad en la salud, muchas personas realizan su trabajo remunerado desde su casa, al mismo tiempo están atendiendo las labores de cuidados, ello ha permitido dar cuenta de forma más detallada sobre el tiempo, sobre el trabajo y particularmente sobre los cuidados. Importante será empezar a incidir en su atención, para ello en enero de este año, presentamos una Iniciativa de reforma que adiciona el artículo 8 de la Ley para la Igualdad entre Hombres y Mujeres del estado de Puebla, para dar cauce a la garantía de los derechos de las personas que necesitan cuidados y las que son cuidadoras, esperemos que pronto sea dictaminada en el Congreso poblano.
Entrar a una “nueva normalidad” después de un largo confinamiento implica también, que quienes son hoy, los responsables de la conducción de los gobiernos, estén obligados a reconocer problemáticas que tal vez antes no habían visto o no habían querido ver, atenderlas, no negarlas, no minimizarlas; aun cuando el negacionismo les quiera ganar.
El “Quédate en Casa”, la “Jornada nacional de Sana Distancia” significaron acciones de prevención necesarias para enfrentar de inicio a un virus desconocido. ¿Será la “nueva normalidad” la que obligue de una vez por todas al gobierno federal a reconocer y a enfrentar las realidades? ¿Ésas que ya están presentes? Ojalá que sí, porque creo que todavía quedan muchas crisis por delante.