Por Alejandro Mondragón
El virus de la política se empezó a expandir como el Covid-19 en Puebla.
El gobernador Luis Miguel Barbosa ya le puso nombre y apellido a sus objetivos.
Mencionó ayer al ex mandatario Antonio Gali como responsable de los malos manejos en la reconstrucción tras el sismo del 2017.
También confirmó una denuncia de la Secretaría de Finanzas contra la hija del rector de la BUAP.
Esta misma semana, enfocó las críticas hacia el ex secretario de Gobernación, Fernando Manzanilla, cuyo jefe de la oficina, Bernardo Fernández, fue implicado en irregularidades con el patrimonio de Casa Puebla.
A José Juan Espinosa, diputado local, llevan días cocinándolo a fuego lento, al igual que a la gestión municipal de Rivera Vivanco.
Los duros del barbosismo han detectado una campaña constante en medios nacionales y redes sociales, cuyo origen se localiza en varios de los mencionados en estos días.
Está claro que Barbosa ya indicó contra quiénes tienen la venia de proceder legal y penalmente. Los expedientes está armados.
Si el próximo año no se jugara la gobernabilidad del Congreso del Estado y los 217 Ayuntamientos locales, seguro que habría un derrotero diferente.
Pero lo que está en disputa es el poder.
Y los tiempos llegaron para destapar todo y aprovechar la coyuntura para sumar más personajes morenovallistas.
Detrás de varios nombres mencionados por el gobernador existe una larga lista de beneficiarios dispuestos a vender lo que saben, para salvarse de la hoguera.
Puebla, como siempre, en los grandes eventos.