Por Alejandro Mondragón
Jesús Hernández Torres fue un hombre intocable en el sexenio de Manuel Bartlett Díaz. Temido y brillante para el negocio de grandes ligas.
No por algo lo puso el entonces mandatario en el manejo de su magna obra: El Megaproyecto Angelópolis, cuya inversión rebasaba los mil millones de pesos, de aquella época.
Hernández Torres siempre con su nariz respingada, caminaba las calles del centro histórico con su cara de fuchi, pero tampoco crea que tanto. Del Hotel Aristos a su oficina, junto a Palacio de Gobierno en Reforma. Era media calle.
El brazo derecho para los proyectos del bartlismo, supo democratizar la obra de infraestructura para los poblanos, porque al final las ganancias de los grandes negocios alternos que se generaban, ahora sabemos dónde iban a parar.
Cientos de propiedades y empresas inmobiliarias que adquirieron años después, operadas por la familia Bartlett, pero siempre protegidas por Hernández Torres.
El periodista Carlos Loret de Mola puso como ejemplo el caso de una casona en la Ciudad de México, la cual albergó al hoy presidente Andrés Manuel López Obrador y ahora adquirida por Morena.
Hernández (jefe del gabinete paralelo) convenció a Bartlett (góber) de dejar en manos de poblanos buena parte de la magna obra.
Y junto a Jorge Espina, Alfonso Tenorio, Amado Henaine y Raúl Pardo, se pusieron a constituir el llamado consorcio poblano de empresas de la construcción.
Nada más que puso como eje articulador de capital y vínculo con el bartlismo a José Abed Rovanett, dueño de Aristos, Proyectos y Construcciones (Apycsa). Ellos manejarían las obras y recursos a favor de Puebla.
Lo que no les dijo, pero ya sabían era el vínculo existente entre Hernández Torres y José Abed. El primero figuraba en el directorio del Grupo Aristos como vicepresidente.
El Aristos se convirtió en guarida del bartlismo, además que el gobernador facilitó la adquisición del equipo de futbol, Puebla de la Franja, por parte de los Abed.
Los recursos fluyeron para las obras de urbanización del bulevard del Niño Poblano; la construcción del Acueducto Nealtican para traer agua a la capital; la construcción del ducto contra inundaciones en el bulevar 5 de mayo; la edificación del Centro de Convenciones en la zona de San Francisco; y el Periférico.
Toda esa infraestructura dio paso a la cereza del pastel bartlista: la creación del desarrollo inmobiliario y comercial Angelópolis.
Hernández Torres se encargó de la operación con el empresario Javier Sordo Madaleno, otro aliado bartlista, para traer tiendas de marca como Palacio de Hierro (con Alberto Bailleres), Liverpool (con Max Michel), Sears y Sanborns (con Carlos Slim), firmas que servirían de ancla para el arribo de comercios y la creación del Centro Comercial Angelópolis.
Esto fue lo que detonó la zona para transformar para siempre a Puebla, peeeero también representó una gran oportunidad de cerrar el negocio cuando días antes de la firma de los contratos para la venta de los terrenos, se registró la devaluación de 2 a 4 pesos por el llamado error de diciembre de 1994, en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Ya imaginará las ganancias por diferenciales en el tipo de cambio, luego de las negociaciones para acordar una paridad que no afectara a las partes.
El personaje que siempre estuvo ahí fue Jesús Hernández Torres, el hombre que cuidaba la cartera de Bartlett.
Antes de concluir el sexenio, se fue de Puebla y en su lugar quedó Argelio Lecea, pero, eso sí, Hernández Torres había cumplido su misión: el mega proyecto dejó grandes moches… en dólares.