Por Jesús Manuel Hernández
Entre más crece el riesgo de contagiarse del coronavirus, o Covid-19, más confuso se vuelve el panorama político en choque con el protocolo de los especialistas en salud.
No es extraño. Los mexicanos casi nunca hemos sido disciplinados a diferencia de otras culturas. Los oportunismos se han venido presentando uno tras otro y empiezan a hacer caer las preferencias de los gobernantes como las fichas de dominó.
Números más o menos de las encuestadoras la aprobación del presidente López Obrador ha ido a la baja. Los últimos datos del fin de semana lo colocan a un año de distancia con una diferencia de 18 puntos a la baja. Según Mitofsky, el año pasado tenía 64% de aceptación y el viernes pasado sólo 46%.
La tesis del presidente ha sido siempre el privilegio de los pobres, aunque para ello se ha tenido que contagiar de la ambición de empresarios de la comunicación como Ricardo Salinas Pliego de TV Azteca quien también ha optado por los pobres, pero no para beneficiarlos, más bien para continuar haciéndolos sus clientes y ganar con ello dinero.
Un ligero rompimiento ha tenido lugar estos días cuando el presentador del programa estelar de noticias de la empresa de Salinas Pliego pidió no hacer caso de los llamados a medidas de seguridad del doctor Hugo López-Gatell respecto al Covid-19.
Sería impensable que Javier Alatorre dijera, hablara, opinara, sin consultar con su patrón; sería impensable que Ricardo Salinas ordenara una crítica de ese tamaño a los consejos oficiales, a no ser que López-Gatell se haya convertido en una amenaza.
Ha podido más el papel de “salvador” del subsecretario de salud que aparece solo una hora diaria, que las largas “mañaneras” del presidente que va a la baja.
Muchos ven que el “salvador” ha podido más que el “detente” presidencial.
López Obrador se ha enfrascado en un solo papel en la escena política. El “inoportuno” le ha quedado como anillo al dedo. Mientras López-Gatell pide no salir, ponerse la mascarilla, protegerse, el presidente hacía gala de giras, saludaba a la mamá de El Chapo y animaba a los oaxaqueños a salir a comer a las fondas.
Mientras los médicos exigían material para desempeñar su función, el presidente ordenaba la compra de un estadio de baseball.
Mientras Ricardo Salinas sigue haciendo negocio con los pobres, el presidente defiende a su amigo Javier Alatorre de los golpes desatados en su contra, dicho de otra forma, López Obrador “salvó al mensajero”.
Un ciudadano de nombre Antonio Velarde se dio a la tarea de pedir la firma de una solicitud para “Retirar la concesión a TV Azteca por incitar a la desobediencia” a través de la plataforma Change.org. Al momento de escribir esta colaboración periodística la petición había recibido ya 207,819 firmas.
Curiosamente la solicitud circuló a través de las redes en WhatsApp ligadas a muchos de los seguidores de la 4T.
A la par, gobernadores críticos fueron ganando terreno respecto a la denuncia de incongruencia entre los dichos del gobierno y la realidad del coronavirus en el territorio nacional, principalmente en lo que se refiere a las cifras de muertos y contagiados y la dotación de material para el personal de salud. Entre otros, Miguel Barbosa de Puebla, Enrique Alfaro de Jalisco y Bonilla de Baja California.
Un escenario queda claro de todo esto. El presidente mantiene su postura pese a todo en una especie de bovarismo eludiendo la realidad.
O quizá muy pronto aparezcan “otros datos”, como que el presidente ha sido desinformado, o mal informado por el enemigo que está dentro de su equipo, con lo cual podría saberse quién ha sido beneficiado con todo esto.
O por lo menos, así me lo parece.