28-03-2024 07:32:00 PM

Morena y el espejo del PRI

Por Valentín Varillas

La sola mención presidencial sobre el procedimiento de revocación de mandato, en plena pandemia mundial por el Covid-19 y ente los monumentales retos que nos vienen como país, en el ámbito económico y de salud pública, es evidencia de que la política partidista ocupa un lugar altísimo en las prioridades del actual gobierno.

La “invitación” a las otras fuerzas políticas, para que el proceso se empate con la elección legislativa intermedia del próximo año, deja muy clara la estrategia.

El presidente es y será, en el presupuesto electoral de Morena y sus aliados, el que los lleve a la gloria o al infierno.

Por eso la intentona de meterlo a la boleta.

Saben de que los bonos presidenciales van a la baja -15 semanas consecutivas, según las encuestas- y que será prácticamente imposible que los niveles de popularidad de los que gozaba a principio de su sexenio regresen.

Por eso la prisa.

Y es que, ya en el poder y con el control absoluto del ejecutivo federal y las dos cámaras del legislativo, no piensan ceder ni un ápice lo conquistado en el proceso del 2018.

Tal y como lo hiciera el PRI durante décadas, la estrategia se centra en el control total, absoluto, de los niveles de gobierno y los poderes del Estado mexicano.

Pareciera que hoy se busca volver a aquellos tiempos del régimen de partido único.

¿Será posible en estos tiempos, en donde la alternancia es una realidad irreversible en el sistema político nacional?

Parece difícil, muy difícil.

Establecer planes y proyectos a largo plazo, cuando en el país por fin los votos cuentan y se cuentan como es debido, parece, por lo menos, una utopía.

Hoy, existen una serie de factores que juegan del lado ciudadano y que en los hechos operan como efectivos contrapesos al poder público.

Por eso las encuestas –otra vez las malditas encuestas- muestran también que el partido en el poder ha sufrido una caída importante en términos de preferencias e intención del voto rumbo al 2021.

El desgaste ha sido francamente acelerado.

El único consuelo para ellos se reduce a compararse con el posicionamiento de sus opositores.

Y es verdad, están peor, mucho peor.

Lo que no han medido en su justa dimensión, son las consecuencias del crecimiento exponencial en el número de indecisos.

Aquellos que no se inclinan por algún partido en específico y que son un reflejo claro, contundente, de cómo la enorme mayoría ha perdido la confianza en ellos.

El ambiente de triunfalismo al interior de Morena y los gobiernos emanados de este partido, es muy similar al que a estas alturas se veía en el priismo nacional después de su regreso a la presidencia.

Los cálculos en términos de permanencia eran por demás optimistas.

Los “cachorros de la revolución” juraban que iban a superar lo logrado por sus padrinos políticos.

Que habían llegado para quedarse y hasta tenían muy clara la lógica de relevos que iban a echar a andar.

En todos lados y a todos los niveles.

Juraban que les iba a alcanzar para eso y mucho más.

Víctimas de sus errores y excesos, dejaron el poder por la puerta de atrás, con el rabo entre las patas.

Más allá de la gloria y el reconocimiento ciudadano, hoy son sinónimo de vergüenza y repulsión.

El espejo es duro, pero puede ser de gran utilidad para quienes hoy gobiernan.

¿Cómo quieren acabar?

¿De qué manera les gustaría ser recordados?

Sus hechos y acciones -no deben de olvidarlo- los marcarán de por vida.

Para bien o para mal.

 

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