26-04-2024 10:25:47 AM

Polarizar en la emergencia

Por Valentín Varillas

Mientras en el resto del mundo se han dejado a un lado las diferencias políticas y las divisiones ideológicas, para cerrar filas en torno a la pandemia que se vive actualmente, en nuestro México querido seguimos optando por la fractura social como postura única para enfrentar la amenaza.

Un auténtico disparate.

Aquí se utiliza todo, absolutamente todo lo que tiene que ver con el Covid-19 como herramienta para la obtención de algún tipo de beneficio, personal o de grupo.

En redes sociales, medios tradicionales de comunicación y hasta en el círculo familiar o de amigos, emitir una opinión sobre lo que se ha hecho o dejado de hacer, o bien un pronóstico sobre la realidad que se podría vivir en México muy pronto, es suficiente para ser etiquetado y en función de lo que diga esa etiqueta, te crucificarán de un lado o del otro del espectro ideológico nacional.

Esta realidad es una consecuencia natural de una estrategia que hace tiempo se ensaya desde lo más alto de la política y el servicio público, pero que resulta sumamente peligrosa en tiempos de contingencia.

Históricamente, la emergencia ha unido a los mexicanos.

No recuerdo que los sismos o las inundaciones que han enlutado al país, se hayan tomado como materia prima para el lucro político.

Mucho menos desde la óptica y posturas de los distintos grupos sociales.

Los nuevos tiempos que se viven hoy, parecen haber condenado esta solidaridad al baúl de los recuerdos.

Hoy, se minimiza a realidad al grado de lo ridículo o se presentan escenarios apocalípticos, que no se basan en información dada a conocer por los auténticos especialistas en el tema.

Esta realidad aparece normalmente como consecuencia de la falta de liderazgo.

Cuando las autoridades no generan confianza, se hacen vacíos que normalmente son llenados por la especulación y el alarmismo.

Aquí se duda de los números y de la estrategia que se nos vende desde la retórica oficial, porque de plano se rehúye a hablar de la pandemia y sus posibles consecuencia.

Líderes mundiales de países afectados no tienen ningún problema en aceptar que viven una crisis, con todas sus letras, tal vez la más difícil que le haya tocado vivir a gobernante alguno en la historia moderna de estas naciones.

No cuidad el costo político de sus discursos porque ni siquiera lo tienen el radar.

Saben que huir del tema, minimizarlo o mentir deliberadamente, va en contra de su código de ética y representa una traición a su país, a sus gobernados y hasta a ellos mismos.

Esa forma de ejercer el poder, de frente y hablando claro, viene ya en su código genético, en su ADN y lo han aprendido de su historia.

Es el legado que les han heredado sus antecesores, en algunos casos desde muchos siglos atrás.

Ninguno de ellos se atrevería a definirse públicamente como una especie de semi-dios, proveedor de fuerza moral y ajeno al contagio.

Mucho menos, tendría el descaro de  afirmar que se va a superar una crisis como ésta gracias a un escudo de honestidad y con la fuerza que dan una serie de amuletos entregados por el pueblo bueno y sabio para su protección.

Si esta fuera la lógica a aplicar para la toma de decisiones y la definición de políticas públicas encaminadas a enfrentar la pandemia:

¿Qué tan tranquilos y confiados se sentirían ellos, en un escenario como el que aquí vivimos?

Más allá de posturas ideológicas y políticas, en este mismo contexto: ¿qué tan preocupados debemos estar los mexicanos?

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