Por Valentín Varillas
Cuando los gobernados tienen miedo, buscan en sus líderes el temple y la confianza para enfrentar aquella amenaza que les roba la tranquilidad.
De qué tanto sean capaces de tenerla y transmitirla, dependerá no solo el ambiente social que reinará durante los tiempos difíciles, sino el que la mayoría tome las medidas pertinentes para superar la crisis.
Además, necesariamente tienen que ser los primeros en seguir las indicaciones de los especialistas; predicar con el ejemplo para que su popularidad y arrastre sirvan como modelo para los demás.
De no hacerlo así, estarían dándose un tiro en el pie: auto-saboteándose.
Nada peor que la debilidad, la tibieza, la duda, la incongruencia o la inconsistencia al momento de tomar decisiones en este tipo de coyunturas.
La combinación es altamente volátil y ocasiona vacíos de poder.
Ningún presidente, gobernador, o alcalde, quiere lidiar con las consecuencias de la desinformación, la psicosis o el alarmismo, que contingencias como la que se vive hoy en el mundo ocasionan.
Más allá de que éstas incidan directamente en las condiciones de gobernabilidad en sus respectivos cotos de poder, tienen como consecuencia una enorme caída en los índices de aceptación y confianza de quien o quienes, no estén a la altura de la responsabilidad que hoy tienen.
Un ejemplo muy claro de lo anterior, en México, fue el gobierno de Miguel De la Madrid durante el sismo de 1985.
No estoy comparando la crisis del Covid-19 con aquel temblor.
Tampoco estoy adelantando que el número de muertos podría ser similar, ni mucho menos.
Ni siquiera que las acciones que debe de tomar el actual gobierno estén a la altura de las que tuvo que tomar el del 85 ante la devastación generada por el movimiento de las capas tectónicas en ese año.
Es, simplemente, un ejercicio de análisis de las consecuencias de no haber podido dar una respuesta clara, concisa y efectiva en un momento de absoluta crisis.
El presidente De la Madrid se paralizó ante la emergencia.
No hicieron prácticamente nada durante las horas más importantes para actuar.
Ante el vacío gubernamental, fue la sociedad civil la que se organizó.
Cuadrillas de ciudadanos, de inmediato, empezaron a realizar labores encaminadas al rescate de potenciales sobrevivientes entre los escombros.
Con herramientas rudimentarias, a veces inclusive con sus propias manos, trabajaron día y noche sin descanso mientras el jefe del ejecutivo federal y sus principales secretarios decidían apenas una estrategia.
Fallaron monumentalmente.
Por si fuera poco su yerro, desviaron descaradamente buena parte de la ayuda internacional que en ese momento se envió a México para superar la emergencia, condenando a los afectados a sufrir las consecuencias del sismo por décadas.
Ahí empezó la erosión del priismo como fuerza política hegemónica en México.
El principio del fin de aquel régimen de partido único que gobernó el país por más de siete décadas, trascendiendo inclusive al del Partido Comunista de la Unión Soviética.
En este contexto ¿qué costos puede traer para la famosa 4T la pandemia del Coronavirus?
El actuar del presidente López Obrador hasta el momento ¿abona a la confianza o fomenta el nerviosismo?
La insistencia en la realización de giras masivas y el contacto físico que sistemáticamente tiene con los asistentes, va a contrapelo de todas las recomendaciones mundiales que se han hecho para evitar el crecimiento exponencial del número de contagios.
No ayudan tampoco las declaraciones del hombre encargado de idear y operar la estrategia que nuestro país va a ensayar para combatir al Covid 19, el hecho de que lo venda públicamente como un semi-dios que emana entre sus súbditos una “fuerza moral” y no de contagio.
El inicio ha sido malo, muy malo.
Ojalá se corrija el rumbo, ahora sí, como tanto les gusta decir: por el bien de todos.