Por Valentín Varillas
Dentro de unos días, el gobernador Barbosa nombrará a Juan Daniel Gámez Murillo como nuevo Secretario de Infraestructura del gobierno del estado, en sustitución de Heliodoro Luna Vite.
Actualmente, Gámez Murillo se desempeña como Director General del Comité Administrador Poblano para la Construcción de Espacios Educativos (CAPCEE).
El cambio en la dependencia se dará una vez que venza el plazo acordado entre Luna Vite y Barbosa Huerta, para hacer oficial una renuncia que fue presentada desde hace tres semanas.
La salida de Heliodoro era inminente.
Como le comenté en este espacio, desde el 14 de octubre pasado, su permanencia en el gabinete era ya insostenible.
Transitó, en tiempo récord, de ser uno de los hombres de mayor confianza del gobernador, a ser condenado a vivir un auténtico ostracismo en el círculo cercano del mandatario.
Las razones que explican lo anterior pueden ser varias, pero se resumen en un punto central: el gobernador pensó que Heliodoro daba para más, mucho más.
Sobre todo en una administración que tiene como uno de sus proyectos prioritarios, el echar a andar un ambicioso programa de generación de infraestructura en el interior del estado.
Comunicar comunidades olvidadas de ese supuesto desarrollo, tan cacareado en administraciones anteriores y que únicamente se centró en la capital y municipios con un atractivo potencial electoral.
Con el paso de las semanas, Barbosa entendió que no era así y que urgía el relevo en Infraestructura, si se pretende iniciar con el pie derecho el 2020 en materia de obra pública.
Un 2020 en donde tendrá que haber resultados concretos en varios rubros urgentes en el ejercicio de gobierno y en donde ya no tendrá lugar el echarle la culpa al pasado por todos los males que aquejan el estado.
Es evidente que Luna Vite tiene una lectura muy particular de por qué fue tan breve su paso por el servicio público poblano.
A su reducido grupo de aplaudidores, les intenta vender aquello de que, de plano, le quedó chico el puesto.
Que el nivel de este gobierno no está a la altura de lo que él realmente merece.
De que no encontró en la aldea, las condiciones mínimas necesarias para demostrar su talento como funcionario público.
Que las grillas de algunos malintencionados, celosos ante su monumental capacidad, terminaron por hacer mella en el ánimo del gobernador y que fueron la génesis de su inminente destierro .
Si sus argumentos fueran un reflejo fiel de la realidad, Luna Vite hubiera sido, desde el diseño del gabinete, el perfil ideal, natural para llegar a la secretaría.
La primera opción, la única, el inamovible número uno.
En cambio, su nombramiento acabó siendo un auténtico “bomberazo”, después de la sospechosa caída de dos designaciones que fueron hechas públicas por el propio gobernador electo, en pleno período de transición de poderes.
La duda ahora, radica en cuánto tiempo durará Gámez Murillo en el cargo y si tiene las condiciones que se requieren para echarse al hombro el programa de obra pública estatal.
A ver si no sufre también las consecuencias de sentarse en la bien llamada “silla maldita”.