Por Valentín Varillas
Imposible no recordar aquel PRI de los tiempos del régimen de partido único, al ver la forma en la cual el Movimiento de Regeneración Nacional está llevando a cabo sus procedimientos internos de renovación de liderazgos.
Violencia, gritos, sombrerazos, son síntomas de la natural inconformidad que surge ante el tufo de los dados cargados.
De la falta de condiciones mínimas de legalidad y transparencia, deseables en procesos considerados como “democráticos”.
El nivel de la madriza es tal, que en varios estados de la República, –Puebla entre ellos- se han tenido que suspender las asambleas distritales que iban a llevarse a cabo el domingo pasado.
Sí, el haberse convertido en el partido en el poder ha desatado los apetitos de tirios y troyanos, tal y como sucedía cuando el priismo reinaba en este país.
Patético.
Lo preocupante es que, el derrotero que han tomado las elecciones al interior de Morena no son el único síntoma de mimetización con el tricolor.
Otra vergüenza operada por Morena, es la famosa Ley Bonilla.
Las modificaciones constitucionales votadas por el congreso de Baja California para ampliar de dos a cinco años el período de gobierno de la actual administración estatal, encabezada por Jaime Bonilla, emanado del Movimiento de Regeneración Nacional.
Pocas veces se ha visto un retroceso semejante en la vida pública del país.
Una salvajada que sienta las bases para la instalación y el fortalecimiento de cacicazgos locales.
Ni en su etapa más autoritaria, a los “virreyes” del más rancio priismo se les ocurrió siquiera proponer seriamente la ampliación constitucional de su mandato.
Una auténtica locura, avalada por quienes hoy se venden y escudan en la figura de un supuesto nuevo régimen.
¿ Y qué tal la necedad de Morena de no respetar los acuerdos legislativos para rotar la presidencia de la mesa directiva en la cámara de diputados?
Eternizarse en la posición, intentando modificar a modo la ley orgánica de la cámara baja del legislativo federal, no puede considerarse, ni de chiste, una medida siquiera cercana al concepto de “democracia”.
Al contrario.
Otra vez, aquí las formas y los modos fueron muy similares a los del más autoritario PRI, aquellos que hicieron de las imposiciones el eje central de la vida pública nacional y que tanto daño hicieron al país.
Afortunadamente, en este caso, la prudencia de algunos, sumado al regaño presidencial a los anti-demócratas, sirvieron para conjurar el albazo.
Impensable que el partido que vendió una forma distinta de entender y practicar la política, al que le creyeron más de 30 millones de votantes, copie usos y costumbres a todas luces obsoletas en los tiempos del “nuevo régimen” que supuestamente se inauguró a partir del aplastante triunfo de Morena en la elección del 2018.
No vaya a resultar que estábamos mejor cuando estábamos peor.
O igual, lo que en los hechos sería la misma tragedia.