Por Alejandro Mondragón
Los morenovallistas jamás se vieron en el espejo de los marinistas. Pensaron en la eternidad del poder y acabaron igual.
Unos en el exilio, otros cuidándose la espalda y los más sumados sin en el menor rubor a la 4 Transformación.
Todos, eso sí, llegaron sin nada y se fueron con todo.
El morenovallismo también murió con el helicopterazo de aquel fatídico 24 de diciembre del 2018.
Después del suceso en el que perdieron la vida Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle, se suicidaron en la tarde del funeral en Casa Puebla.
Cometieron el error de enfrentar al poder presidencial y pagaron las consecuencias. Abdicaron al poder. Dejaron la gubernatura, que en los tribunales electorales habían ganado, en manos de sus enemigos.
Ayer fueron carniceros, hoy serán reses. Por eso, la mayoría optó por sumarse a la jefatura política del gobernador que tanto defenestraron: Luis Miguel Barbosa.
Pero no sólo los morenovallistas poblanos lo hicieron. También algunos personajes nacionales.
Ahí está el caso de Roberto Gil Zuarth, quien operó para Moreno Valle el cabildeo en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a favor de reconocer la victoria de Martha Érika Alonso.
Fue muy cercano, pero ahora está ya al servicio de la 4 Transformación. Se encarga de los temas jurídicos del nuevo gobierno.
Vaya, vaya.