Por Valentín Varillas
Mañana viernes podría haber humo blanco en términos de la renovación de la dirigencia del Consejo Coordinador Empresarial en Puebla.
Y se prevé un día histórico, un auténtico parteaguas en la vida de los organismos empresariales.
De ganar la propuesta encabezada por Ignacio Alarcón Rodríguez, por primera vez en décadas, los auténticos hombres del dinero, los que generan inversión productiva para el estado, los que crean miles de empleos y pagan impuestos, se harían del control del CCE.
Podrían arrebatarle por fin el monopolio de la representación empresarial a quienes históricamente han lucrado con él, económica y políticamente y que hoy no tienen -y en ciertos casos nunca han tenido- empresa alguna.
Viven de un pasado superado por la nueva realidad del país, de una supuesta alcurnia que luce vieja y anquilosada y se creen poseedores de una especie de derecho de sangre que, en su óptica, es suficiente para merecer, eternamente, el cargo.
Son, para decirlo pronto, empresarios de membrete.
Nada más.
Hoy tienen miedo de perder privilegios y se aferran a su minúsculo coto de influencia.
En su ADN, ha vivido el gen de la dependencia absoluta y la sumisión al poder político en turno, venga de donde venga.
En tiempos del priismo gobernante, durante los sexenios de Bartlett, Melquiades y Marín, jugaron su papel de falso contrapeso, con tibias críticas que intercambiaban por maletas de dinero en efectivo y convenientes contratos de obra pública, además de la venta de los más diversos productos y servicios al gobierno.
En el morenovallismo fueron sobajados, amenazados y sodomizados, con lo que se dio una muy interesante purga de indeseables en donde permanecieron únicamente los que podían servir a los intereses de Rafael.
Los demás fueron desechados, al más puro estilo del “úsese y tírese”, una de las filosofías de gobierno favoritas del hoy occiso.
Le aplaudieron todo, le festejaron hasta la más extrema aberración y guardaron un silencio cómplice ante los excesos y abusos que caracterizaron su sexenio.
Apostaron al continuismo, se la jugaron con todo, se incluyeron en la boleta en donde Martha Érika competía como candidata, celebraron abierta y públicamente el resolutivo del TEPJF que la ratificaba como gobernadora y también lo perdieron todo con aquel fatal accidente del 24 de diciembre.
No se prepararon jamás para un escenario diferente.
Peor para ellos.
El gobernador electo, Miguel Barbosa, ha asegurado que una de sus prioridades es el de generar las condiciones necesarias para incentivar la inversión productiva en la entidad.
Qué mejor que esto se cristalice a través de quienes sí pueden, realmente, con propuestas y proyectos específicos, mejorar las condiciones actuales en las que se encuentra el estado en materia de desarrollo económico.
De concretarse el cambio al interior del CCE, ahora sí, podrían llegar realmente buenos tiempos para Puebla.
Ya va siendo hora ¿no?