Por Alejandro Mondragón
¿Hasta dónde topará el desmantelamiento del modelo de negocios que dejó en Puebla, el morenovallismo?
La pregunta cobra valor con el compromiso del gobernador electo, Luis Miguel Barbosa, de no confundir reconciliación con exoneración.
Este modelo se enraizó en la médula ósea de la sociedad poblana, donde con distintos matices toda fue cómplice. Unos por acción, otros por omisión.
“No sé por qué critican que los morenovallistas roben, al menos hacen obras. Mira la rueda de la fortuna que nunca soñamos tener”, así expresiones promedio de poblanos.
Podrán meter a la cárcel a funcionarios corruptos, congelar a empresarios y contratistas beneficiarios, pero cómo se cambia una forma de vida por 8 años.
¿Imagina las presiones que habrá para defender lo suyo? ¿Cuántas minas colocarán para impedir que les quiten lo ganado?
Una ventaja que tendrá el nuevo gobierno es lo referente a que sin su líder y guía, los morenovallistas sufren el síndrome de “pollitos en fuga”.
Sin embargo, algo elemental. Haga un recorrido desde el edificio del CIS hasta la caseta de Atlixco, sobre la Atlixcáyotl.
Y observará:
Torres de edificios en la zona de Angelópolis vendidas, pero vacías.
Centros comerciales con elevadas rentas, aunque con locales desocupados.
Hoteles sin disponibilidad turística con luces apagadas y cortinas cerradas en la mayoría de los cuartos.
La presencia de capital sucio en restaurantes, comercios, nuevos desarrollos, autos de lujo y un penetrante olor a huachicol.
Puebla se ha convertido en uno de los principales centros de lavado de dinero, cuya industria floreció en los últimos 8 años.
Hay que ver la forma en la que se comportan ciertos personajes para comprender que algo huele a podrido en Dinamarca.
Más tarde que temprano iba a reventar todo. El grave problema es que hoy el poblano promedio es merced de las disputas de los grupos tolerados desde el poder.
Los cárteles se han metido en la sociedad poblana, como la humedad en las casas de la Sierra Norte. Nadie lo puede remediar.
Los ajustes de cuentas por el control de la plaza han llegado a extremos, como recurrir a la extorsión vía whattsapp.
Nada se respeta, aunque en ocasiones esos personajes que presumen militar en algún cártel terminan exhibidos, pero están aquí.
La cosa no será fácil.