Por Valentín Varillas
Sin mayores sorpresas se llevó a cabo el proceso electoral de ayer.
La victoria de Luis Miguel Barbosa, anticipada por todas y cada una de las encuestadoras serias que hicieron públicas sus mediciones, se da con una contundencia fuera de toda duda.
Aunque los números oficiales registran un margen de victoria menor al que en su momento anticiparon, los números previos que se han dado a conocer hasta ahora, resultan demoledores en un sistema equitativo de competencia electoral.
La baja participación ciudadana, estaba también de antemano anunciada.
El exceso de exposición política a la que los poblanos estuvimos sometidos durante todo un año, generó apatía entre los votantes potenciales.
También la enorme diferencia que se adelantaba entre primero y segundo lugar, ahuyentó a los ciudadanos de las urnas.
Aun así, el desarrollo de la jornada de ayer se dio al margen de irregularidades importantes, que pudieran poner en riesgo la voluntad de los electores expresada en los centros de votación.
Magnificadas por los inminentes derrotados y sus personeros en redes, las que tuvieron lugar deberán ser investigadas a fondo por las autoridades electorales encargadas de procurar y administrar justicia electoral.
Ahora sí tendrán que hacer su chamba, a diferencia del año pasado en donde toleraron aberraciones como la detonación de armas de fuego en las casillas y el robo de urnas.
Lo anterior, avalado y fomentado por las autoridades estatales y municipales que tenían un especial interés en la continuidad del morenovallismo como grupo político hegemónico en Puebla.
Los gobiernos estatal y federal, fueron especialmente cuidadosos en no cometer los mismos errores que sus antecesores, para no poner en duda la legitimidad del proceso.
El fantasma de una judicialización similar a la del año pasado, está prácticamente conjurado.
El que Morena y Barbosa hayan obtenido un porcentaje de votación similar al de la jornada del 2018 habla de votos auténticos, contantes y sonantes, una realidad muy diferente a la que vive la alianza de partidos que encabeza el PAN, con una caída dramática de sus sufragios en menos de un año.
Extrañaron el dinero y la operación electoral de la estructura de Rafael Morena Valle y su grupo político.
Sin embargo, a pesar de la victoria clara, en el proceso de ayer hay lecciones muy importantes para Morena y su famosa 4T.
Una vez completa la radiografía de votación en el estado, por zonas geográficas, será necesario un proceso de autocrítica para saber cómo están asimilando los ciudadanos la nueva realidad política que vive nuestro país.
Entender que la legitimidad electoral es pasajera, que los bonos democráticos tienen fecha de caducidad y que los ciudadanos esperan, hoy más que nunca, acciones concretas, contundentes, encaminadas a resolver los problemas prioritarios de la entidad.
Ahí está el reto para Barbosa y el próximo gobierno estatal.
Esto apenas empieza.