Por Valentín Varillas
Los autollamados “auténticos panistas” están de fiesta, no caben de alegría.
El inminente desastre electoral que se avecina para su candidato a la gubernatura es, por mucho, su mejor escenario.
Si bien en alguna medida intentan cuidar las formas, en corto ya se frotan las manos para recuperar lo que Rafael Moreno Valle les arrebató a rajatabla: el control del partido.
Muerto el ex gobernador y acabado su grupo político, van por todo, como en aquellos viejos tiempos.
“Perder elecciones, ganando el partido” es, sin duda, su zona de confort.
Por eso, no tuvieron el menor empacho en sacrificar a Enrique Cárdenas.
Lo engañaron, haciéndole creer que la estructura propia, la que depende de la operación partidista, sumada a la de sus aliados en esta elección, sería suficiente para derrotar a Morena y su candidato.
Los número, todos, absolutamente todos, refutan esta hipótesis.
Y los siempre puros, virginales y buenos panistas ortodoxos lo sabían de sobremanera.
Ellos mejor que nadie están conscientes de lo que valen políticamente, sin el dinero de Rafael ni su capacidad real de operación electoral.
Por eso, ninguno de ellos quiso ser candidato, cuando presentaban mejores cifras en términos de conocimiento e intención de voto.
Eran mejores productos desde el punto de vista de la rentabilidad electoral.
Nadie se quiso sacrificar.
Prefirieron sentar las bases para inmolar a un externo, para poder decir, después de la derrota, que no se trata de un descalabro propio, ya que al final no perdió un panista.
Sin embargo, nunca tuvieron la atención de presentarle a su candidato una radiografía realista del escenario que enfrentaría al aceptar la nominación.
Prometieron sumarse gustosamente, estar ahí en las buenas y en las malas y sobretodo, juraron que los eventos de campaña estarían a reventar de jubilosos y optimistas fanáticos de la derecha poblana.
“In your dreams”-diría el clásico mamón.
No pasaron del discurso.
Lo demás, en los hechos, era imposible de cumplir.
La catástrofe electoral del panismo poblano, servirá como pretexto ideal para iniciar un proceso de refundación del partido, paradójicamente encabezado por los mismos de siempre.
La purga de quienes bajo su óptica son etiquetados como “indeseables”, tendrá como demoledora consecuencia el eliminar cualquier rastro del pasado morenovallista que sodomizó a Acción Nacional.
En este contexto, la salida de Genoveva Huerta de la dirigencia local se da ya como un hecho.
Como justificación a su próximo despido, a la todavía funcionaria partidista le aplicarán la misma lógica que a los directores técnicos en el futbol.
La evaluarán por el número de votos que obtenga el PAN en la extraordinaria del domingo y la culparán por una anunciada derrota que en los hechos es multi-factorial.
Ya lo dijo Lalo Rivera: “El PAN le quedó a deber a Cárdenas”.
La nueva “jihad” panista poblana buscará también ajustar cuentas con Pablo Rodríguez Regordosa.
Sí, ese Pablito a quien no bajan de traidor y a quien acusan de haber sacrificado a quienes lo ayudaron a crecer políticamente al interior del PAN.
Así que, en el blanquiazul vienen nuevos tiempos.
Esos que se parecen espantosamente a los tiempos viejos y que en términos de rentabilidad electoral y competitividad política, significan una involución, que puede traer como consecuencia el que pasen muchos años antes de volver a ver un gobierno estatal emanado de las filas de Acción Nacional.