Por Valentín Varillas
Evento indispensable en términos de lo que manda la legislación electoral vigente en Puebla, pero absolutamente prescindible si se trata de aportar elementos valiosos que permitan razonar de mejor manera el voto ciudadano rumbo a la elección extraordinaria del próximo 2 de junio.
El debate de ayer fue un fracaso rotundo, no únicamente en la consecución de ese objetivo, sino en motivar a más poblanos a participar activamente en el proceso electoral.
Hubo muy poco, casi un nulo interés por parte de quienes no integran el llamado “círculo rojo” y que están convocados a acudir a las urnas dentro de dos semanas.
Razones puede haber muchas: que fuera en domingo y que a la par se llevaran a cabo eventos de altísimo rating, como el partido de vuelta de la semifinal del futbol mexicano -jugando el equipo más popular del país- y la transmisión del capítulo final de la última temporada de la serie más vista en la historia de la televisión.
Sin embargo, el factor que seguramente influyó en mayor medida en semejante y casi unánime indiferencia, es la falta absoluta de incertidumbre en términos del resultado de la elección.
Los votantes potenciales, saben de antemano que la diferencia entre puntero y segundo lugar es lo suficientemente grande como para concluir que la disputa por la gubernatura estatal es cosa juzgada y que las cartas están prácticamente echadas.
En un escenario así, la historia nos indica que quienes no han definido todavía el sentido de su voto optan por no participar activamente en el proceso, o bien por sumarse al virtual “ganador”.
Lo anterior produce indiferencia y en algunos casos una absoluta apatía hacia la política y la “cosa pública”, lo que seguramente se reflejará en un nivel bajo de participación ciudadana.
Muy diferente al ambiente que se vivió en la elección estatal del año pasado, en donde se dio un choque de trenes entre el fenómeno Morena y el arrastre de López Obrador y la aplanadora electoral del morenovallismo.
El resultado fue de pronóstico reservado y tuvo que darse en tribunales.
Este año, por el contrario, el INE tendrá un auténtico día de campo.
Con una ventaja potencial tan grande, no serán sometidos a ninguna exigencia mayor.
Su actuación no será tan cuestionada y es muy poco probable que, otra vez, el proceso vaya a judicializarse.
Si bien por todo esto el debate de ayer no conmocionó a la opinión pública, ni modificará la realidad que viven los candidatos al gobierno estatal, sin duda son positivos los cambios radicales que se han ensayado tanto en el formato, como en la estructura.
Entre más libres y participativos sean estos ejercicios, mayor será su influencia en el proceso de politización integral de quienes activamente somos parte de los procesos cívicos de selección de nuestros gobernantes.
Ahora, corresponde a los candidatos y a sus estrategas de campaña, el estar realmente a la altura de lo que los ciudadanos exigimos.
A ver si pueden.