Por Valentín Varillas
Ricardo Monreal no quiere hablar del tema Puebla.
El siempre aguerrido, fiero, luchador, valiente senador no dice nada, absolutamente nada, del proceso interno de selección del candidato de Morena a la gubernatura.
Es más, le ha pedido -solícito y por favorcito- a los distintos representantes de los medios de comunicación, que de plano ya no le pregunten.
Tampoco sus compañeros de bancada han fijado una postura.
Aquellos soldados “monrealistas” que, siguiendo al pie de la letra las órdenes de su general, hicieron público su apoyo a Alejandro Armenta, compraron sus elucubraciones y teorías del complot, se adhirieron a sus filias y fobias, sumándose a una batalla de antemano perdida.
Hoy, guardan un absoluto y penoso silencio.
Su mutismo, viene acompañado de cierto resentimiento, porque, una vez que vieron la película completa y no como se las platicaron, cuando se enteraron de cómo está la realidad poblana, se sienten engañados.
Tal vez por eso, ni uno de ellos cerró filas alrededor de Armenta, una vez consumada la derrota.
Lo dejaron solo.
También Monreal.
Nadie lo acompañó a aquella rueda de prensa llevada a cabo en un hotel de Reforma, en donde mostró su hojita con “sus números”, un acto desesperado muy similar al que realizó López Zavala, la tarde de aquel 4 de julio del 2010.
El entonces candidato priista, en televisión nacional, también enseñó el papelito con aquellas cifras, las suyas, las propias, las del autoengaño, a las que se aferraba cual clavo ardiente.
Cifras que, sobra decirlo, no eran un reflejo fiel de lo que en realidad había pasado.
Nada cambió.
Como tampoco nada cambiará en el caso del proceso interno de Morena: “consumatum est” y no hay ya nada que hacer.
Vaya espantosa analogía de la derrota.
También resulta demoledor, el hecho de que ninguno de los perfiles que apoyaron a Armenta en su momento, comparta hoy su visión de lo que fue el proceso interno.
Nadie apoya públicamente aquello de los dados cargados, la falta de democracia, los números sesgados y demás.
Es evidente que el caso Puebla revalida la posición de Yeidckol Polevnsky al interior de Morena y la pone en un lugar de privilegio de cara al proceso de renovación de la dirigencia del partido que se va a llevar a cabo en noviembre próximo.
No hay duda, ninguna, de que ella será la que lleve mano y decida el futuro del Movimiento en el mediano plazo.
La candidatura de Barbosa es un contundente triunfo político para la presidenta del CEN, que deja en la lona al propio Monreal, el único visible con aspiraciones para disputarle el control del partido.
Si el coordinador de los senadores de Morena no pudo perfilar a su candidato en Puebla, cómo imaginar que sea capaz de llevar las riendas de este instituto político.
No hay manera.
Se ha convertido ya, en su posición al interior del partido, en un auténtico general de las derrotas y Armenta en su más reciente damnificado.
Por cierto, en franca desesperación, solo, muy solo, el ex priista ha declarado tener todos los elementos para “tirar” la candidatura de Barbosa, pero que no lo hará “por respeto e institucionalidad al partido”.
Es decir, al final se convertirá en cómplice de lo que tanto denunció.
Vaya papelazo.
Qué triste manera de acabar.