Por Alejandro Mondragón
Los poblanos bien haremos en empezar a entender el lenguaje del presidente Andrés Manuel López Obrador de engañar con la verdad.
Siempre dijo, como en aquella reunión con autoridades electas, en Puebla ganó (Luis Miguel) Barbosa y los Moreno Valle le arrebataron el triunfo que se defenderá en los tribunales.
Luego del fallo del TEPJF, López Obrador dijo que acataría, pero no estaba de acuerdo. Evitaría venir a Puebla y agregó: “vamos a ver qué pasa”.
Y pasó el helicopterazo. Barbosa que le había rechazado un cargo en el gabinete quedó como su carta marcada.
Se lo dijo a todos en su primera visita a Puebla. Nos hicieron fraude, el candidato ganó y ahora pedimos a las autoridades federales que se encarguen de manejar el proceso. No se repita el robo del voto.
Una mañana en Palacio Nacional, el senador con licencia, Alejandro Armenta Mier, alcanzó al presidente López Obrador para saludarlo y expresarle su interés de buscar la candidatura de Morena.
AMLO le contestó que se había equivocado de lugar, porque los temas del partido se veían en la Roma, en la sede de Morena y con Yeidckol.
Precisamente encargó el tema Puebla a Polevnsky, lideresa que nunca ocultó que Barbosa sería la carta. Fue atacada por el padrino de Armenta, Ricardo Monreal, después acuñó la frase de sabandijas para los infiltrados.
Ella siempre hizo lo que quiso López Obrador, quien en su última visita a Puebla volvió a machacar contra quienes ambicionan el poder y no saben leer los nuevos tiempos.
Dijo que no iba a meter las manos en el proceso interno y tampoco dejaría usaran su imagen, pero lo señaló 5 días después de que acabaron las campañas y Barbosa ya lo había hecho.
Puebla se convertirá en la plaza de Morena y Barbosa tendrá el poder político. Es su interlocutor y punta de lanza contra lo que será el desmantelamiento económico y financiero de los intereses morenovallistas en el tema huachicol.
Además, lo que resuelva Barbosa gozará con el visto bueno del presidente AMLO. Vendrá la cargada a su favor, a todo lo que da.
En política no hay sorpresas, sólo sorprendidos. López Obrador restituyó el clásico de la política ortodoxa mexicana: engañar con la verdad.