Por Valentín Varillas
César Yáñez apoya el proyecto de Alejandro Armenta.
Sí, el que pasa por convertirse próximamente en el gobernador de Puebla.
El señor Yáñez tiene intereses concretos en el estado, faltaba más; su hoy poderosa esposa, Dulce María Silva, cobró notoriedad por haber sido parte de la penosa lista de presos políticos que ensució el sexenio de Rafael Moreno Valle.
Este suceso lo involucró de lleno en la dinámica política local, lo que abonó al hecho de que nuestra entidad se convirtiera en la manzana de la discordia de la política nacional.
La familia Silva es, sin embargo, quien mayores beneficios concretos podría conseguir si el senador Armenta da el tan anhelado salto cuántico y brinca, de su escaño en la cámara alta del legislativo, a la jefatura del ejecutivo estatal.
De manera muy concreta el hermano Antonio, cuñado de César, es quien tiene prometida chamba garantizada si el oriundo de Acatzingo es gobernador.
“Toño” decidió diversificarse, olvidarse por un rato del sector cárnico, al que por décadas se ha dedicado la familia y en donde tienen un gran éxito en el desarrollo de empresas y marcas, para sumergirse en el oscuro mundo de la política y el servicio público.
Aprovechando las magníficas relaciones de su influyente cuñado, puso un despacho mediante el cual brinda asesorías en el manejo y comprobación de recursos públicos a gobiernos de entidades federativas y municipios.
Y Puebla luce como un muy apetitoso botín.
Antonio Silva Hernández recibió ya una probadita del promisorio futuro que le espera si Alejandro Armenta gana la interna de Morena, al haber tenido acercamientos concretos para cerrar contratos con los presidentes municipales que controla políticamente el todavía senador.
Son, precisamente, los que de manera pública han manifestado el apoyo a su potencial candidatura y están capitaneados –faltaba más- por Raymundo Atanasio Luna, actualmente diputado local por Tepeaca y quien ya fue edil de Soltepec.
Un auténtico incondicional de Armenta.
Aunque en teoría pareciera que los Silva Hernández no tienen ninguna necesidad económica para apoyar un proyecto político que pudiera generarles atractivas ganancias, lo cierto es que en los corrillos del mundo empresarial nacional, se maneja que aquellos tiempos de bonanza para las empresas que por generaciones ha controlado la familia, han quedado muy atrás.
Alejandro Armenta fue uno de los invitados especiales al enlace matrimonial de César Yáñez y Dulce María Hernández, a diferencia de Luis Miguel Barbosa quien no fue ni siquiera requerido para el evento.
La fastuosidad de la boda, masificada por las revistas de sociales más sofisticadas del país, ha sido en los hechos una pesada losa para el propio Yáñez, un incondicional que por más de dos décadas ha acompañado a López Obrador en su carrera política y que hoy está completamente marginado del primer círculo del presidente.
Su caída al abismo ha sido en picada y no se ve cómo pueda volver a colocarse en una posición de privilegio en el ánimo de Andrés Manuel, quien también fue afectado en su imagen por el dispendio mostrado en la faraónica fiesta.
Tal vez, si gozara todavía de la confianza y cercanía de nuestro nuevo tlatoani, César Yáñez hubiera podido ser un muy valioso aliado para influir a favor del proyecto de Alejandro Armenta.
Hoy, en términos reales, parece ser un factor que resta más de lo que puede llegar a sumar.