23-11-2024 06:29:33 PM

Purificación política y 4ª transformación

Por Valentín Varillas

 

Qué razón tiene el senador Alejandro Armenta cuando asegura que, el PRI y el PAN, tienen diez años llevando a cabo un sofisticado mecanismo de desvío de recursos públicos para saquear al país.

En declaraciones a Carmen Aristegui hace unos días, bautizó este mecanismo como “el robo del siglo”.

Está en lo correcto, el daño a la nación producto de la rapiña ensayada por quienes han ocupado cargos de primer nivel en la política y la administración pública nacional, ha sido devastador.

Qué lástima sin embargo, que esto no lo dijo cuando formaba parte de la familia priista.

Cuando era uno de ellos.

Hubiera tenido mucho más valor hablar desde la autocrítica y no a toro pasado.

Armenta se formó políticamente en los sótanos priistas, de la mano de los autores de artimañas como ésta y mucho peores y se volvió un arquetipo de estos usos y costumbres tan tóxicos.

Como presidente municipal de extracción tricolor, llevó esos postulados como eje central de su administración.

Más adelante, como el alumno más avezado de su padrino Mario Marín y parte medular de su gobierno, avaló, fue testigo y seguramente llevó a la práctica acciones muy parecidas a las que hoy tanto critica.

Y lo peor.

Armenta fue parte del gobierno de Enrique Peña Nieto, ese gobierno que es artífice del escandaloso “robo del siglo” que lo indigna de sobremanera y le quita el sueño.

Se desempeñó como Director general del Registro Nacional de Población de la Secretaría de Gobernación, bajo las órdenes de Miguel Ángel Osorio Chong, un auténtico símbolo de la forma de hacer política en este sexenio.

Jamás crítico a sus entonces amos.

Después, como candidato a la diputación federal por el distrito 7 de Tepeaca, llevó a cabo una campaña basada en los preceptos priistas y en la defensa de las acciones que hasta ese momento llevaba a cabo la presidencia de la República.

Nunca declaró que la pandilla que ha llevado las riendas del país los últimos seis años se estaba enriqueciendo con dinero público.

Ya eran parte del escándalo nacional el cobro de moches a Odebrecht, el tema de la Casa Blanca, el intercambio de dinero por favores políticos con empresas como grupo Higa o la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Ni una palabra de estos asuntos que, cualquier político o candidato realmente honesto y con agallas, hubiera resaltado hasta el cansancio.

Al contrario, en las giras y eventos por Puebla, ya fuera del presidente o de funcionarios federales de primer nivel, Armenta peleaba siempre los lugares de privilegio y buscaba afanosamente la consabida foto con sus entonces gurús, con sus tlatoanis de ocasión.

Penoso.

Hoy, el redimido Alejandro Armenta nos pretende vender mediáticamente un producto que en realidad no es.

Nunca lo fue.

El irse a rendir a los pies de Andrés Manuel López Obrador jamás fue una maniobra de convicción política, sino de cálculo numérico.

Convencido de que el barco tricolor se hundiría irremediablemente, decidió mutar en crítico para no quedarse sin chamba.

Nada más.

Y así hay muchos, muchísimos, que enarbolando la bandera de la Cuarta Transformación, intentan borrar de un tajo su pasado político, apostándole de paso a la desmemoria colectiva.

No, no se va a poder.

Haber pasado bajo el manto purificador del Peje no redime ni purifica y quienes pretenden que así sea, simplemente han quedado exhibidos como burdos oportunistas.

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