26-04-2024 04:05:24 PM

Puebla: poder fragmentado

Por Valentín Varillas

 

Más allá de quien al final resulte ganador de la contienda por la gubernatura de Puebla, el estado vivirá una realidad inédita en términos de concentración y ejercicio del poder político.

A contrapelo a lo que sucedió con la presidencia de la República, en donde Andrés Manuel López Obrador tiene todos los elementos para transitar un sexenio prácticamente sin contrapesos, aquí se vivirá un fenómeno de fragmentación de la figura del jefe del ejecutivo estatal.

Se acabó el virreinato y la determinación de políticas públicas basadas en caprichos personales, en intereses particulares o en pueriles deseos.

Los contrapesos ahora, serán reales, efectivos, algo que en los hechos nunca ha sucedido en la vida pública poblana.

Otros actores con peso específico en la toma de decisiones que conciernen al futuro del estado, entrarán en escena para equilibrar lo que hasta la fecha ha sido una acumulación demencial y poco sana del poder.

Por ejemplo, Rodrigo Abdala, representante del gobierno federal, que se encargará de la operación de los programas de ese nivel de gobierno en Puebla.

En teoría, tendrá una influencia en el desarrollo del estado similar a la suma de todos los delegados, de todas las dependencias, que operan hoy bajo el esquema actual.

Esto se traduce en el manejo y el control de miles de millones de pesos en proyectos fundamentales para el desarrollo del estado.

Despachará en Puebla el próximo Secretario de Educación Pública federal, Esteban Moctezuma Barragán, otro factor real de poder.

Se trata de una dependencia prioritaria para el gobierno de AMLO, una secretaría por naturaleza “grilla” desde donde se hace política real y se toman decisiones que afectan a millones de alumnos y docentes.

Los ojos del país estarán puestos en la SEP y en la forma en la cual se redefine en concepto de “reforma educativa” en el próximo sexenio.

No es poca cosa.

Por si lo anterior no fuera suficiente, el próximo gobernador o gobernadora tendrá que coexistir con un congreso local mucho más equilibrado en términos de representación política, lo que anticipa una verdadera actividad legislativa.

Las pírricas mayorías suponen el tener que privilegiar el auténtico cabildeo, el intercambio inteligente de ideas y propuestas como base a la aprobación de presupuestos e iniciativas de ley.

Jamás hemos tenido ni siquiera una aproximación medianamente digna de aquel romántico concepto de “división de poderes” en Puebla, en donde todas las legislaturas del congreso local han actuado siempre como una secretaría más del gobierno estatal en turno.

No cabe duda, pase lo que pase vienen buenos tiempos.

La fragmentación del poder absoluto, seguramente tendrá como consecuencia el que venga una necesaria oxigenación de la vida pública poblana, a través de la participación activa de sectores, organizaciones y actores diversos que han sido etiquetados como “incómodos” a los intereses oficiales.

Se trata de los unilateralmente señalados como “enemigos del sistema” y que han sido marginados, perseguidos y relegados.

Lo que a todas luces resulta sano para cualquier democracia, en la lógica de algunos es una amenaza real para sus intereses particulares.

Peor para ellos.

La desconcentración del poder político y el servicio público poblanos es una realidad contundente, clara y sobre todo, irreversible, a la que los defensores de la inmovilidad y el status quo tendrán necesariamente que acostumbrarse.

Les guste o no.

 

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