Por Valentín Varillas
Hace algunas semanas, el rector de la BUAP, Alfonso Esparza, intentó por todos los medios comprar una acción del Club Campestre de Puebla, uno de los de mayor tradición y prestigio en la angelópolis.
Mandó a su gente de confianza a hacerse de la información necesaria para lograrlo.
Se movieron, preguntaron, averiguaron el precio de mercado y al final contactaron con Fernando Buxadé Ortiz, gerente General del club.
Él les explicó el procedimiento necesario para convertirse en socio.
De entrada, más allá de convenir cuestiones de dinero, la solicitud tenía que ser analizada por el Consejo, para su aprobación o en su defecto, el consecuente rechazo.
Además de poder demostrar la capacidad económica de quien quiere formar parte del Campestre, se hace un análisis muy interesante de su perfil personal.
Al tratarse de un personaje público, la tarea se facilita.
Es mucho más sencillo acceder a información relacionada con quien desempeña un cargo a la vista de todos los poblanos.
En el caso específico del rector Esparza se decidió, en tiempo récord y por una contundente unanimidad, rechazar su solicitud y negarle la compra de tan pretendida acción.
“Impresentable”, fue la etiqueta que le colgaron los encargados de tomar este tipo de decisiones.
Y es que, de plano, todavía existen cosas que el dinero no puede comprar.
Al tratarse de algo tan personal como una acción en un club social y deportivo, es imposible recurrir a los consabidos prestanombres y así diluir el monumental desprestigio social.
Hay casos en donde de plano no se puede.
Vergonzoso.
El Club Campestre de Puebla es muy celoso en términos de quiénes quieren convertirse en nuevos miembros.
Según su declaración de principios, tiene como valores principales la integridad, honestidad, respeto, ética, profesionalismo, responsabilidad, actitud positiva y de servicio, seguridad, congruencia, pertenencia, compromiso y entrega.
Bajo la óptica del club, Alfonso Esparza no cumple con uno solo de ellos.
Otra muestra más de cómo este personaje y la pandilla que tomó por asalto la universidad publica poblana, no solo acabaron con el concepto de autonomía, sino que destrozaron lo que le quedaba de Benemérita.