Por Valentín Varillas
Ya es oficial: tenemos campañas.
Para bien o para mal, partidos y candidatos tienen ya luz verde para competir por el voto de los poblanos.
En muchos aspectos será pan con lo mismo, es decir, las mismas recetas, los mismos estilos, las mismas maneras y formas con las que pretenderán convencer al electorado.
Sin embargo, en este 2018, habrá un elemento adicional que vuelve la contienda interesante.
Un invitado de honor que se había mantenido por muchos años ausente de los procesos electorales poblanos y que hoy regresa para bien de todos: la incertidumbre.
Sí, pocas, poquísimas elecciones locales han contado con esa condición básica, fundamental, elemental en cualquier democracia que se precie de serlo: el no saber de antemano quién va a ganar.
Y en varios de los cargos de elección popular que estarán en juego el 1 de julio, la incertidumbre estará presente de principio a fin.
Por ejemplo, en la batalla por la gubernatura.
La joya de la corona en lo que al estado se refiere será disputada de manera muy cerrada entre dos propuestas muy diferentes, antagónicas, que en el fondo y en la forma son mutuamente excluyentes.
La intentona de mantener la continuidad del actual grupo en el poder se basa en la lógica de hacer todo lo posible por alzarse con el triunfo.
Existe una estructura de operación electoral que controla el morenovallismo, paralela a la de los partidos que lo apoyan y cuyo trabajo está enfocado únicamente en la obtención de votos.
Como sea, utilizando cualquier herramienta a su alcance y vaya que tienen de sobra.
Trabaja con la precisión de un reloj suizo y cuesta millones su mantenimiento y funcionamiento.
Los que pertenecen a ella, o bien se benefician de ella, juran que goza de cabal salud.
El día de la elección será echada a andar con mayores alcances inclusive que en las más recientes victorias políticas del grupo hegemónico en el poder.
Hoy sí, se juegan el todo por el todo.
Enfrentan, ahora sí, la elección más importante de su vida.
Aplicando un férreo control político y mediático en el sexenio de Rafael, quienes buscan la continuidad, lograron debilitar a la oposición y grupos que públicamente manifestaron su disenso a lo que se hizo en ese período.
Hoy, sin embargo, estas expresiones han encontrado una vía para expresarse y competir en la arena electoral.
La enorme fortaleza de la oferta de Morena en todo el país y el sorpresivo posicionamiento de su candidato presidencial, son su principal activo.
La diferencia es enorme, luce a simple vista inalcanzable, lo que convierte a la izquierda en un rival muy competitivo, capaz de pelear seriamente por la gubernatura, la fórmula al senado, las principales presidencial municipales y los congresos local y federal.
Aquí, como se ha visto, caben todos.
Buenos, malos, limpios, sucios, chuecos y derechos, pero todos le apuestan a lo mismo: al fenómeno de arrastre que seguramente se dará en todo el país alrededor de la figura de López Obrador.
Nada más.
Su apuesta va.
De otra manera, en muchos de los casos, sus candidaturas serían bromas de pésimo gusto.
Sin embargo, gracias a las siglas de Morena, sus colores y la imagen de su líder, podrían irse a su casa y esperar ahí el día del proceso.
Si ganan o pierden no dependerá de ellos, sino de que el efecto multiplicador tenga la fuerza que ellos esperan.
Otro elemento innovador en la elección poblana es el hecho de que el PRI, el otrora poderosísimo trabuco electoral, por primera vez, no competirá para ganar.
Relegado a un penoso tercer lugar, el tricolor buscará jugar de comparsa al actual grupo en el poder.
Vestidos de críticos al principio de la contienda, intentarán encarecer una negociación de tipo económico, vendiendo aquello de que son el único antídoto efectivo contra el embate de la izquierda.
No lo son.
La división del voto “antimorenovallista” será la columna vertebral de su argumentación .
Algunos de su candidatos entrarán en la lógica de las negociaciones entre el ex gobernador de Puebla y el actual presidente de la República, pero nada más.
La típica cúpula elitista que amarra hueso antes del naufragio del barco y que deja a la militancia auténtica hundirse sin remedio.
Estos son los actores y su perspectiva.
La moneda está en el aire, lo que sin duda vendrá a oxigenar la vida política del estado.
Esa que, de tan predecible, nos sumió en un aburrido y espantoso sopor.
A despertar ahora, que hay contienda.