22-11-2024 11:30:05 AM

Lo sencillo y lo simple es remedio

Por Abel Pérez Rojas

“La sabiduría de lo simple es la clave para liberarse

de la trama compleja de lo cotidiano”.

 

Estamos tan inmersos en los compromisos que adquirimos o que nos son impuestos diariamente, que nuestra existencia se vuelve complicada, tan enredada que perdemos de vista cuestiones sencillas, por eso volviendo a lo básico, a lo simple, podremos salir avante.

Conforme pasan los años cargamos a cuestas con creencias que nunca meditamos a profundidad, con posesiones innecesarias y con miedos que en gran parte tienen su origen en experiencias desagradables de la infancia o en prejuicios que germinan en la ignorancia.

A eso debemos agregar las relaciones destructivas que encubrimos con el falso amor, las relaciones socioeconómicas injustas y de explotación que nos van reduciendo a situación de cuasi esclavitud.

Así vamos como parias persiguiendo “zanahorias” vanas que sólo nos dotan de satisfactores viles y temporales.

A eso se debe que no somos felices y cuando buscamos verdaderamente la felicidad es gracias a arrebatos de valor que nos revolucionan y nos empujan a romper la dictatorial inercia del fatídico destino.

Pero todo esto puede llegar a su fin si volvemos a lo básico, a lo indispensable y dejamos de sufrir por lo que está de más y que además es sólo una vil ilusión.

A la luz de todo lo anterior le comparto un breve cuento que hace poco encontré y que es sumamente oportuno.

El cuento titulado Desapego dice así:

Un señor viaja desde un pueblo muy lejano para consultar a un rabino muy famoso. Llega a su casa y advierte, sorprendido, que los únicos muebles que dispone el sabio son un colchón en el suelo, dos bancos, una silla y una vela. El resto de la habitación está vacía.

El hombre consulta al rabino y este le contesta con verdadera sabiduría. Pero intrigado por la simplicidad del mobiliario, al final añade:

– ¿Le puedo hacer una consulta más?

– Sí, desde luego.

– ¿Dónde están sus muebles?

– ¿Dónde están los suyos?

– ¿Como que dónde están los míos? Yo estoy de paso – dice el hombre sin acabar de comprender.

– Yo también – le contesta el rabbino.

Tanto como atiborramos nuestros armarios de pertenencias que nunca utilizamos, así cargamos con recuerdos que nos mortifican o con compromisos que adquirimos, pero que son absurdos o que no vamos a poder cumplir, sin embargo ahí están ocupando parte de nuestro “disco duro”.

Quienes nos dominan saben que estamos inmersos en una inercia absurda de acumulación y soledad que es fácilmente manipulable.

A estas cuestiones básicas responden el consumismo estacional, la militancia religiosa y política de las multitudes, en fin, nuestro enredo permanente.

Regresar a lo simple, a lo básico, es un buen arranque para dejar de intoxicarse con lo absurdo de la forma de vida que hemos generado.

A la alimentación balanceada, al caminar más y ocupar menos el auto; a dejar guardada la tarjeta de crédito y sólo usarla en casos previamente pensados; a ver menos televisión e Internet  a cambio de leer y meditar más, a dialogar más y confrontar menos… en fin, a todo aquello que dejamos de lado debido a los entornos enfermizos que construimos es a lo que me refiero.

¿Qué le parece?

 

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