Por César Musalem Jop
No solo en México sino en todo el mundo, la mujer ha dependido de la voluntad del hombre (padre, tío, hermano, esposo, padrino, tutor) para poder lograr alguna oportunidad educativa, económica, y artística. Hace apenas algunas décadas en que la mujer logró entrar a la universidad, a los politécnicos y a los tecnológicos.
Esta cultura de la dependencia nace de la condición de manipulación desde antes del nacimiento.
El papá inmediatamente afirma que el por nacer va a ser macho como él e incluso se festeja el nacimiento con los seres más cercanos y queridos.
Si es mujer no hay pachanga. Posteriormente los juguetes van a ser sexuados: a las niñas, trastecitos, cubetas, escobas y cocinas integrales; a los niños coches, pistolas y pelotas, todo esto es indicio del rol del futuro.
En plena época de la dependencia de los EE.UU., no solo en ciencia y tecnología, sino hasta en juguetes, las muñecas son altas, esbeltas, blancas, de ojos azules o verdes y se visten y diseñan su vida para agradar a los hombres, naturalmente a los de su raza, aunque las muñecas se jueguen en un país llamado México, donde la mayoría provenimos de cuerpos sociales indígenas.
Actualmente la sociedad vive cambios, uno de los más importantes es la incorporación del sector femenino a la política, la economía, la ciencia, el arte y la cultura en general.
En otros países los partidos políticos, las logias masónicas y los sindicatos lucharon si no por la equidad, por el equilibrio entre hombres y mujeres.
En México este camino se dio gracias a la educación pública, científica y gratuita, y aunque hoy en el año 2018 la mujer es mayoría en la población, su participación en ciencias y tecnologías sigue siendo inferior en comparación al hombre. Vive dirigiendo el hogar donde cuida a los hijos material e intelectualmente, administra los recursos económicos que generalmente le fija su compañero, y ahí mismo trabaja haciendo actos de servidumbre. Actualmente en la crisis ella confronta con energía los problemas de todo tipo, incluyendo la provisión del gasto diario.
Influenciadas por la evolución natural de la sociedad occidental, pugnan actualmente por mayores espacios donde puedan desarrollarse en todos los órdenes del hacer, del quehacer y del saber nacional. Como muestra, “algunas con la carrera de abogacía” se han apoderado gracias a su talento y moralidad de los poderes judiciales de los gobiernos estatales y del federal; en las empresas manejan las contralorías, las tesorerías y las cajas de cobro, y en los institutos superiores de educación dictan cátedras y presiden diversos cuerpos académicos. Deportivamente por la falta de equidad en el género son casi inexistentes, y empiezan a brillar en el orden empresarial.
Debemos considerar a la equidad como el eje rector para transformar las relaciones donde el hombre domina y manda, y generar día con día una cultura de equidad donde los hombres veamos a las mujeres y éstas a nosotros no como complemento en razón de sexo sino coasociados ante el futuro diseñado y medido bajo la igualdad.
La única forma de impulsar a esta es equilibrar la participación de mujeres y hombres bajo el concepto de socios en una nueva construcción social donde se acepte que las mujeres al igual que los hombres son seres con capacidad, decisión, inteligencia y fuerza para cualquier tarea que se le encomiende, el cambio lo podemos dar desde todos los sitios donde un ser humano se encuentre:
En la familia, en las escuelas, en las fábricas, talleres, hospitales, negocios, en los ejidos, las comunidades, en las pequeñas localidades y usando los medios masivos de comunicación debemos realizar unas nuevas cruzadas, y unos sensibles apostolados en las pequeñas, medianas, y grandes ciudades.
La información, y la comunicación del caso deben iniciarse en el seno familiar y fortalecer ahí la idea determinante del papel de la mujer y del hombre en la sociedad. Debe politizarse en todas las políticas públicas de los tres tipos de gobierno: en los 32 estados en los 2 mil y pico municipios en la administración federal.
Equidad de género significa compartir el cuidado de los hijos, las labores del hogar, la consecución y conservación de la salud y la responsabilidad de engendrar; esto se aplica a la valoración, al desarrollo personal y profesional, y en una sociedad que aspire a ser democrática los hombres y las mujeres en forma independiente deben ejercer plenamente sus derechos.
La conciencia se lograría sólamente así: informando, comunicando, politizando, esta es la ruta del pensamiento: de lo simple a lo compuesto.
NUESTRA CASA.- Nuevo Jefe del Poder Judicial. Esperemos “Nuevo estilo personal de Ser, para mejorar la justicia poblana”.