Por Valentín Varillas
Alberto Anaya y un grupo de cómplices que operaron bajo el manto protector del Partido del Trabajo desviaron recursos millonarios que originalmente tenían como destino los Centros de Desarrollo Infantil (CENDI) que instalaron en varias entidades federativas con el apoyo de los gobiernos estatales.
El tema es ya un auténtico escándalo mediático a nivel nacional, ya que una investigación realizada por la Procuraduría General de la República demuestra que el propio Anaya, su esposa y otros incondicionales, lavaron más de 100 millones de pesos entregados por el gobierno de Nuevo León para la operación de estos centros.
La lógica más elemental supone que esquemas similares de desvíos se dieron en otros estados del país, entre ellos Puebla.
Y es que, durante el sexenio de Rafael Moreno Valle, se instalaron en territorio poblano seis de estos CENDIS, con una inversión de recursos púbicos de 95 millones de pesos.
¿Cuántos de estos millones se chingaron Anaya y compañía?
Difícil saberlo.
Lo que sí es un hecho es que los Centros de Desarrollo Infantil que operan en la capital (2), Cuautlancingo, Xoxtla, San Martín Texmelucan y Tehuacán, están lejos de cumplir con los objetivos planteados al momento de su instalación.
Infraestructura en pésimo estado, falta de pago de salarios a maestros, operación sin claves de registro ante la SEP, cobro irregulares de cuotas y una absoluta opacidad en el tema del manejo de los recursos, han sido la constante en estos planteles.
Una vez destapada la cloaca, ahora se entiende el por qué.
Puebla fue uno de los estados más generosos a nivel nacional en el tema de la instalación de estos centros, porque en coyunturas específicas, Alberto Anaya y su partido le sirvieron como aliados políticos a Moreno Valle.
En una de ellas, por ejemplo, se determinó que el PT llevaría como candidato a la alcaldía de Puebla en el 2013 a Miguel Ángel Ceballos, una auténtica aberración en términos de congruencia con los principios ideológicos del partido.
Si bien por “estrategia nacional” el Partido del Trabajo determinó, junto con otras fuerzas de izquierda a nivel nacional no conformar alianzas para enfrentar elecciones locales, en ningún estado de la República, el melquiadismo, a través de Fernando Morales, pudo infiltrar a este partido con la candidatura del “Profe” y así intentar dividir el voto priista.
En el colmo del absurdo, un par de semanas antes de la contienda, Ceballos hizo un abierto llamado para que los electores poblanos votaran por Enrique Agüera, sabiendo que viniendo de él, la petición produciría el efecto contrario.
Nada peor para un simpatizante de la izquierda que sentirse coaccionado en su libre decisión de por quién votar.
Otro gran favor que Anaya le hizo al mandatario poblano fue el de modificar la fórmula original al Senado de la República por parte de los partidos que conformaron el bloque de izquierda: PRD-PT-MC, en la elección federal del 2012.
Por petición personal de Moreno Valle, el líder petista decidió quitar de la segunda posición al entonces diputado local, José Juan Espinosa, en ese tiempo enemigo declarado del sistema.
Es más, el propio Manuel Bartlett estuvo en riesgo de no encabezar la fórmula gracias a que Anaya, debido a su “pacto poblano”, empezó a operar una estrategia que tenía como objetivo sustituir al ex –gobernador por Pedro Vázquez González, incondicional al líder partidista y quien en ese año fungía como Coordinador de la bancada del PT en la Cámara de Diputados federal.
Sin embargo, aliados de Bartlett dentro y fuera del partido presionaron con todo para que a él no le hicieran lo mismo que a Espinosa Torres.
Los jaloneos fueron de tal magnitud que la fórmula de los partidos de izquierda fue registrada apenas un par de horas antes de vencer el plazo marcado por la ley.
Ahora bien ¿qué ganó Anaya en este acercamiento con el morenovallismo?
Mucho, muchísimo.
Algunos beneficios se mantienen seguramente bajo las turbias aguas de la ilegalidad.
Otros, como el negocio millonario de los CENDIS, saltan a la vista.