Por Valentín Varillas
Después de semanas de haber solicitado audiencia, el sábado 7 de octubre el gobernador José Antonio Gali recibió a Mario Riestra Piña.
El mandatario hizo un espacio en su agenda, la que se volvió apretadísima después de la emergencia generada por el terremoto del 19 de septiembre pasado, para hablar con quien hasta ese momento consideraba como un aliado.
La actitud de Riestra fue inusualmente beligerante, agresiva.
Así lo sintió el gobernador desde el saludo.
Desde el principio de la reunión, Riestra jugó la carta de la amenaza de ir por la vía independiente y de llevarse “su capital político” a otro lado.
Así lo confirmaron, no solo quienes tuvieron la responsabilidad de organizar el encuentro, sino quienes recogieron –de primera línea- las primeras reacciones del mismo.
En medio del ríspido ambiente, gobernador contestó simplemente que había la absoluta libertad para proceder de la manera que considerara.
La mejor para su futuro político.
Los tonos redujeron la duración del encuentro programada originalmente.
Sobra decir que no concluyó en los mejores términos, a pesar de que se siguieron al pie de la letra los protocolos básicos de la cortesía política.
Sin embargo, el enojo fue grande ya que en la óptica oficial, la actitud no correspondía, ni a la coyuntura del momento, ni a la jerarquía del interlocutor.
La frase “a mí ningún pendejo me va a venir a amenazar”, retumbó fuerte en los tímpanos de los más cercanos y quedó grabada como epílogo del fallido acercamiento.
Testigos presenciales de estos hechos, si tienen un mínimo de valor y de dignidad, no se atreverán negar lo anterior.
Los días pasaron y la tensión se mantuvo.
Algunos, como Tony Gali López, al enterarse de lo anterior, montó en cólera y pronunció frases demoledoras en contra de “ su amigo”.
Así fue por lo menos hasta el jueves 12, día en el que, en este espacio, se publicaron detalles del encuentro.
Consciente del monumental error, Riestra comenzó a operar para subsanarlo.
Recurrió a sus aliados morenovallistas buscando los apoyos conducentes.
Ellos operaron en consecuencia y aprovecharon la fuerza e influencia que tienen todavía en el manejo del gobierno estatal.
Paralelamente, al núcleo galista, pidió y pidió perdones y disculpas para intentar cerrar el círculo a su favor.
Y así fue.
Ya subsanado en la “epidermis” el exabrupto, filtró mediáticamente la versión de que no había pasado nada y que sus relaciones con los más alto del poder político local estaban mejor que nunca.
Falso.
No lo están, ni lo volverán a estar jamás.
El gobernador y su círculo cercano lo saben mejor que nadie y están conscientes que cuestiones como ésta jamás se olvidan.
Riestra puede ser nombrado en cualquier momento parte del gabinete estatal, en un intento desesperado por enviar mensajes que no corresponden a una contundente realidad y que en los hechos serán mera filigrana.
Los juegos de sombras y los bailes de máscaras, son cada vez más comunes en la siempre hipócrita política poblana.
Sirva esta historia como ejemplo.
Sin embargo, las rencillas y rencores trascienden los tiempos de las mentiras y la falta de cortesía.
Cada factura abierta se paga en tiempo y forma, con sus respectivos intereses.
Lástima que, en aras de mantener las formas, metan al enemigo a casa.
Se olvidan que el que traiciona una vez, lo hace muchas más y que la naturaleza humana tarde temprano sale a relucir, como ya sucedió.
Y de qué manera.
Allá ellos.