Por: Valentín Varillas
La empresa Parametría publicó en su página de internet, un muy interesante gráfico que muestra un condensado de encuestas y sondeos de opinión sobre preferencias electorales en Puebla.
Cita como fuente al Instituto Electoral del Estado.
El comportamiento que refleja el ejercicio es bien interesante.
Nos enseña, por ejemplo, que en la coyuntura electoral de este 2016, en febrero, el PRI sufrió una caída tremenda que lo condenó a una inminente derrota.
Y es que, según una encuesta del periódico El Universal, en enero de este año, el tricolor tenía en Puebla una preferencia electoral del 51% contra 36% del PAN y 13% de otros partidos.
Para febrero, las cosas habían cambiado ya de forma radical.
De acuerdo con una encuesta de MEBA, en ese mes el PAN ya estaba al frente de las preferencias electorales con un 50%, contra 30% del PRI y un 20% de otros partidos.
A partir de ahí, el blanquiazul no volvería a perder la delantera.
En marzo, según la empresa Mercael, la proporción era 40% PAN, 31% PRI y 29% para otros partidos.
En abril, de acuerdo con una encuesta de El Financiero, las cosas estaban así: 44% PAN, 36% PRI y 20% otros partidos.
En el mismo mes, pero de acuerdo con Demotecnia: 45% PAN, 39% PRI, 16% otros partidos.
En mayo, grupo Impacto publicó una encuesta que mostraba al PAN (50%) muy adelante del PRI (28%) y de otros partidos (22%).
También en mayo, Excélsior mostraba al PAN con 44%, al PRI con 33% y 23% de otros partidos.
Números similares aparecieron en la encuesta de mayo de Reforma, en donde el blanquiazul supera también por 11 puntos porcentuales al PAN: 43% contra 32%, dejando a los otros partidos con un 25%.
Es el último sondeo que aparece en el gráfico.
A simple vista, el ejercicio muestra un comportamiento atípico en el punto de inflexión reflejado en febrero, lo sin duda genera dudas sobre su exactitud metodológica.
Pero suponiendo que no fuera así, valdría la pena analizar qué fue lo que sucedió en ese mes, que tuvo como consecuencia la caída en picada del PRI poblano.
El único suceso que podría explicar lo anterior, tiene que ver con la designación oficial de candidatos.
Para ese mes, Blanca Alcalá y Tony Gali eran ya abanderados de sus respectivos partidos a la gubernatura de Puebla.
Lo raro de esto es que, según los expertos, Alcalá hacía subir a la alicaída marca PRI y no viceversa.
Se trataba, coinciden todos, de quien cumplía con creces con las caprichosas exigencias de la rentabilidad electoral y la que, sin duda, maximizaba las posibilidades de darle forma a una candidatura competitiva.
Aunque reza el lugar común aquello de que “la única encuesta válida es la elección del 5 de junio”, la disparidad de resultados y el extraño comportamiento de algunas, generan dudas sobre los motivos reales de su publicación y la exactitud de sus números.
Desde que la demoscopia se estrenó como un elemento más del ambiente que rodea la celebración de procesos electorales, hemos sido testigos de estampas vergonzosas de quienes, a pesar de haber fallado consistentemente en sus pronósticos, siguen siendo contratados por candidatos, asesores y partidos.
Y lo pero, existen quienes –entusiastas- por negocio o por consigna política, siguen publicando sus mentiras.
