Por: Valentín Varillas
El debate entre candidatos marca ya el inicio de la fase última de una cortísima campaña, cuyo triunfador estará un cortísimo tiempo despachando como jefe o jefa del ejecutivo estatal.
A estas alturas, estrategas y asesores definen la ruta crítica en aras de cumplir los objetivos planteados.
Éstos, sobra decirlo, son completamente distintos y dependen de la realidad política de cada uno de los candidatos.
Por ejemplo, los verdaderos contendientes.
En el caso del candidato del PAN, Tony Gali, las acciones en estas últimas tres semanas se enfocarán en amarrar la ventaja que según las encuestas tiene.
Evitar a toda costa cualquier catástrofe que pudiera costarle el aparente triunfo y a la par, sortear de la mejor forma la natural “caída del puntero”, un fenómeno normal en cualquier proceso electoral.
Otro de los objetivos será afinar los detalles de la operación electoral del día de la elección, en donde el oficialismo espera obtener una ventaja tal que no justifique la judicialización del proceso.
En el búnker priista, obviamente, es todo lo contrario.
Blanca tendrá que echar el resto en la recta final, ya sea para alzarse un triunfo con características de auténtico milagro, o bien para justificar una batalla jurídica en tribunales que pudiera inclinar la balanza a su favor.
Desde hace semanas, el tricolor lleva un puntual registro de una serie de situaciones que podrían ser interpretadas como característicos de una elección de estado y así buscar su anulación.
Un auténtico ejército ha sido destinado ya para esa tarea.
Por su parte, los que no tienen la menor oportunidad de ganar, a estas alturas plantean estrategias en función de lo que -desde un punto de vista absolutamente realista- pueden llegar a pelear.
Ana Tere, de entrada.
La Doña intentará maximizar su potencial de votos, para así demostrar la viabilidad de las candidaturas independientes en Puebla y abrir la puerta para competir, por la misma vía, por alguno de los muchos cargos de elección popular que estarán en juego en el 2018.
De paso, buscará demostrar que existe una cantidad importante de “auténticos panistas” que en congruencia con la ideología y principios del partido original, repudian el rumbo que éste ha tomado a partir de la infiltración morenovallista.
Roxana Luna tiene como tarea principal demostrarle al perredismo nacional que no se equivocó al decidir no sumarse a la alianza del oficialismo en Puebla.
De no hacer un papel decoroso en el proceso, habrá un riesgo natural de fractura en el Sol Azteca, lo que inevitablemente lo devolvería al control total del grupo del todavía gobernador.
Lo anterior podría extrapolarse a nivel nacional y obligar a ese partido a sumarse –por una cuestión de supervivencia- a una coalición con otras fuerzas políticas para la próxima elección presidencial.
La medida natural será compararse con la cantidad de votos que en Puebla obtenga el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Y es que, en el proceso de junio próximo se jugará también quién merece llevar la bandera de la auténtica de la izquierda en la entidad.
En el caso del partido de Andrés Manuel, el planteamiento es mantener en niveles ascendentes un mercado político que en los últimos años ha sido muy rentable.
En el 2012, El Peje fue el candidato que más votos obtuvo en Puebla, por arriba del ganador de la contienda, el hoy presidente Enrique Peña Nieto.
Es más, las encuestas reflejan que Morena -a pesar del pésimo candidato escogido para la elección-tendrá una votación superior a los 11 puntos porcentuales.
Semejante activo será importante para que Andrés Manuel enfrente su tercera elección presidencial consecutiva.
Así las cosas a pocos días de que los poblanos elijamos a nuestro mini-gobernador.
Serán también los estertores de la guerra sucia.
Los especialistas en la materia aseguran que en esta semana tendrán que vaciar sus “misiles” para que todavía impacten fuerte en el electorado potencial.
Si usted pensaba que había visto ya lo peor, se equivocó.
Tal parece que todavía puede caerse a peores niveles en la lucha por el voto.
No, no hemos tocado fondo.