Por: Valentín Varillas
El líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, anda muy ocupado perfilando su proyecto político personal a corto plazo.
Sueños tiene y son de altos vuelos.
El más húmedo de ellos consiste en convertirse en el candidato del PAN a la presidencia de la República, con al apoyo de todas, absolutamente todas las corrientes que interactúan al interior del partido.
El de mediano alcance, pasa por ser el primer lugar en la lista plurinominal de candidatos blanquiazules al Senado.
El de consolación, lo mandaría a pelearle a Morena y su eventual candidato, Ricardo Monreal, el gobierno de la Ciudad de México.
Una apuesta que de antemano parece perdida.
Para que cualquiera de estos escenarios pueda concretarse, Anaya tendrá que entregar buenas cuentas a sus correligionarios, en los 12 estados en donde hay elecciones en este 2016.
El panorama, a poco menos de un mes para la realización de los comicios no luce muy optimista para sus aspiraciones.
En algunas entidades en donde el blanquiazul daba por hecho una victoria, las cosas se han cerrado de tal manera que el resultado es ya de pronóstico reservado.
Un caso evidente es Veracruz.
Con la desastrosa y corrupta administración del priista Javier Duarte jugando a su favor, en el presupuesto electoral del PAN a estas alturas, las encuestas y sondeos de opinión tendrían que haberles dado ya una ventaja irreversible.
No ha sido así.
Hasta los ejercicios más optimistas para la derecha institucional los ubican en un virtual empate técnico con respecto al PRI y con una tendencia de votación potencial a la baja que en el tiempo que queda de contienda parece ya muy difícil de revertir.
El factor que parece haber inclinado la balanza a favor del Yunes tricolor ha sido la intervención directa de la presidencia de la República en el proceso electoral veracruzano.
La guerra sucia en contra del panista Miguel Ángel Yunes parece haber sido operada desde el gobierno federal y ha contado con los medios nacionales de mayor penetración, como la televisión, como caja de resonancia.
En Oaxaca, el panorama no luce mejor para el candidato aliancista, José Antonio Estefan.
Si bien el proceso se ha cerrado por el sorpresivo posicionamiento del candidato de Morena, Salomón Jara, es el priista Alejandro Murat el que tiene mayores posibilidades de alzarse con la victoria.
En Quintana Roo, el candidato de la alianza PAN-PRD se ha ido desinflando.
La que hasta muy poco era considerada ya como “victoria segura” ha pasado a formar parte de los estados en altísimo riesgo riesgo de perderse.
Según una encuesta publicada por el diario El Universal, el priista Mauricio Góngora estaría hasta 15 puntos por arriba de Carlos Joaquín González.
Aunque se diera el remotísimo caso de que ganara, ahí están operando personajes ligados al grupo político del expresidente Felipe Calderón, quien sería el beneficiario real del casi imposible triunfo.
Una victoria con altas posibilidades reales de concretarse es por supuesto Puebla, con un detalle: al interior del panismo, el inminente triunfo de Tony Gali va a ser interpretado como un logro absoluto del gobernador Rafael Moreno Valle, otro panista con aspiraciones concretas a futuro.
Queda entonces Tamaulipas, en donde el PRI ha hecho todo lo posible por perder.
La probada relación de tres candidatos a alcaldías con grupos de la delincuencia organizada y su inmediata expulsión del partido, parece ser el último clavo al ataúd de Baltasar Hinojosa Ochoa.
Si como todo parece indicar al final gana Francisco Javier García Cabeza de Vaca, ésta será la única medalla que realmente podrá presumir Ricardo Anaya.
El resultado de las elecciones estatales de junio serán el banderazo de salida a una serie de reacomodos al interior del PAN que podrían modificar la correlación de fuerzas y los liderazgos actuales.
La lógica del encontronazo tendrá que ver con quién llevará realmente la batuta en la designación de candidaturas, en donde hay muchísimos intereses en juego.
El pronóstico no parece muy positivo para Anaya, quien podría perder fuerza de cara al momento de las definiciones, lo que favorecería el posicionamiento otros grupos.
Los saldos de la inminente guerra interna determinarán qué tan unido llegarán los blanquiazules al 2018, la madre de todas las batallas.