20-04-2024 07:47:43 AM

“Otra” periodista

Por: Juan Manuel Mecinas

Estamos acostumbrados a las noticias fúnebres.

La muerte de otra periodista es una bofetada para quienes creen que habiendo capturado al Chapo esté país era más seguro.

El país que ríe de la muerte en realidad ha transitado hacia la convivencia con ella.

México es el país más peligroso para ejercer el periodismo y ello encierra sus yerros y desgracias. Se trata de un país condenado por la desidia de sus ciudadanos y la corrupción de la clase política.

Los ciudadanos hemos sido incapaces de lograr los cambios que requería el país para consolidar la transición democrática que parecía asomarse en el año 2000.

Las protestas han sido escasas.

Las muestras de hartazgo son, en la mayoría de los casos, tibias.

En otras palabras, nuestros logros democráticos han sido insuficientes.

O no supimos o no pudimos y el resultado, en última instancia, es igual de desastroso.

Los “intelectuales” liberales se han conformado con un cambio de poderes, cuando en la realidad “el dinosaurio seguía allí”. Defienden los avances electorales –innegables, por supuesto–, pero tildan de populistas, chairos o utópicos a quienes señalan que el cambio de maquillaje no ha transformado al monstruo de la corrupción. No importa que sean de derecha o de izquierda: el bálsamo electoral parece haber sido anestesia que los adormece mientras el país vive una pesadilla.

Son intelectuales churchillianos que prefieren la democracia electoral porque es el menor de los males, aunque sólo lo sostienen porque son beneficiarios de este sistema (si sufrieran sus consecuencias no sostendrían su posición con tanto ahínco). No quiero decir que la democracia no sea ese sistema que haya que perseguir, pero me niego a aceptar que el sistema mexicano sea una democracia y, si lo es, habrá que buscar algo distinto, porque los millones de pobres y los miles de muertos son razón suficiente para negarse a aceptar el destino que “nos tocó vivir”.

Los políticos entonan el himno nacional cuando recapturan a un capo fugado por la corrupción de su propio gobierno y de su propio partido.

Un himno nacional a la corrupción.

Han malentendido que un narcotraficante y su captura simbolizan la seguridad nacional, cuando la desazón y la zozobra en que viven millones de mexicanos deberían ser motivos suficiente para que su miopía encuentre límites.

México está hundido en el fango y quienes lo hunden cada vez más –y cada vez con mayor cinismo– lo niegan con la ayuda de “intelectuales” que invitan a salvar una nave encallada en la que el capitán invita a seguir remando aunque no se sepa muy bien el objetivo del esfuerzo colectivo.

Otra periodista ha muerto (según algunos indicios) a manos del narcotráfico y por culpa del Estado –en el mejor de los casos-. Un Estado incapaz por corrupto y porque está más preocupado por el nuevo avión del Presidente o por la visita de un jerarca de la iglesia y no por la seguridad de los ciudadanos. Los “intelectuales” dirán una vez más que fue el narcotráfico. Y razón no les falta. Lo que no quieren entender es que lo indignante es la desprotección en la que vive un ciudadano cuando el Estado está coludido con el narcotráfico o cuando es incapaz de detenerlo.

Es la fragilidad ciudadana la que estremece, más allá de quién haya jalado el gatillo.

abajomecinas

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