Por: Valentín Varillas
No, no fue para nada fácil.
A pesar de lo que pudiera pensarse, convencer a Diódoro Carrasco de integrarse a la Secretaría General de Gobierno en la recta final del sexenio fue una labor titánica que requirió horas extras de trabajo del gobernador Moreno Valle y sus principales operadores.
El oaxaqueño tenía severas dudas sobre los beneficios personales que pudiera aportarle el sumarse a una administración a punto de terminar, pero, sobre todo, llegar a ocupar la jefatura de gabinete de un gobierno que a nivel nacional e internacional tiene una bien ganada fama de ser por lo menos “autoritario”.
A Carrasco le preocupaba sobre todo, el encarcelamiento de presidentes auxiliares que se manifestaron en contra del retiro de la facultad de manejar el registro civil en su comunidades.
No se trata de miembros de grupos subversivos, sino de autoridades electas mediante procesos democráticos y que simplemente ejercieron su libre derecho a manifestarse en contra de una política pública aprobada por e congreso estatal, pero ordenada directamente por el gobernador.
Por eso, en el período de “negociación” se uso sobre la mesa la oferta de liberar a Raúl Pérez, edil auxiliar de Canoa, una de las juntas auxiliares más grandes del municipio.
Canoa, además, ha sido un auténtico dolor de cabeza para el actual presidente municipal de Puebla y virtual candidato del morenovalllismo al gobierno del estado, Tony Gali.
Debido a la falta de pericia de sus “operadores políticos”, Gali tuvo el primer desencuentro de su administración ahí mismo, apenas unas horas después de haber asumido la alcaldía de la capital, lo que marcó irremediablemente la relación de su gobierno con esa demarcación.
Después vino el encarcelamiento del presidente auxiliar, lo que aumentó el repudio de sus habitantes a cualquier personaje que tuviera alguna relación con Rafael Moreno Valle.
Lo anterior ya tuvo implicaciones electorales en la elección del 2015.
El candidato oficial a la diputación por el distrito 6 con cabecera en la capital, Xavier Alvizuri, no pudo siquiera hacer un papel decoroso a pesar de contar con todo el apoyo y la operación del aparato oficial.
Para desgracia de sus aspiraciones políticas, en su distrito se encuentra la junta auxiliar de Canoa, en donde apenas pudo obtener 8 votos.
El tema no es menor.
Se trata de uno de los personajes más cercanos a Gali Fayad, un incondicional que, de acuerdo al presupuesto electoral de Casa Puebla, simplemente no podía perder.
La lección es clara de cara al proceso de este año.
Es imposible pensar en hacer una campaña exitosa, en un escenario reñido de competencia electoral teniendo a autoridades en la cárcel, sobre todo en zonas geográficas con alto potencial de votos.
De ahí que, en plena noche del 24 de diciembre, de forma por demás sigilosa, en lo oscurito, al margen del alcance de los medios de comunicación, Raúl Pérez fue liberado.
La explicación oficial de su liberación no tiene desperdicio: al final “no hubo pruebas”.
Después de pasar más de 14 meses en la cárcel, nuestro imparcial, profesional, ético, honesto y eficiente aparato de impartición de justicia decide aplicar el famosísimo “usted perdone” a un inocente que perdió un año y dos meses de su vida encerrado por un crimen que no cometió y que de acuerdo con el propio gobierno estatal, jamás existieron las pruebas para encarcelarlo.
Y luego se atreven a negar que en Puebla existan presos políticos.
Más allá de esto, de ahora en adelante las negociaciones de este tipo, las que pretenden hacerle más fácil el camino rumbo a Casa Puebla a Gali, las llevará el propio Diódoro.
Intentará ser el nuevo guante de terciopelo del autoritario puño de hierro.
El problema para ellos es, otra vez, la credibilidad.
Las heridas en Canoa no han sanado con todo y la liberación de su edil y será prácticamente imposible que puedan cicatrizar en el tiempo que resta antes del inicio formal de las campañas.
Después de cinco años de aplicar a rajatabla un estilo de gobierno que mantiene todavía como prisioneros a decenas de individuos que se atrevieron a disentir, para cambiar radicalmente la imagen de esta administración no hace falta un operador político profesional y de enormes credenciales, sino un auténtico hacedor de milagros.