Por: Jesús Manuel Hernández
La sucesión gubernamental en Puebla siempre ha sido complicada. No siempre los punteros llegan al final, y siempre, como constancia se ha impuesto la decisión central, la de los grupos políticos nacionales que encuentran en Puebla una entidad propicia para ser usada en el ajedrez nacional, los poblanos han sido lo de menos.
La reflexión viene a cuentas por que para muchos, incluyendo a este reportero, la designación de Víctor Carrancá como Fiscal por un plazo que se prolongará más allá del sexenio morenovallista, es la primera gran muestra de la coincidencia de intereses presentes, medianos y futuros de los grupos políticos nacionales y el gobernador. PRI y PAN votaron como cuando la Ley Bala, en el mismo sentido. Pero de eso le contaré en la próxima entrega, el miércoles.
Basta ahora recordar que cuando Antonio Nava Castillo llegó a ser gobernador de Puebla, coincidieron los intereses del avilacamachismo y el militarismo que veía en Puebla un bastión.
No le fue bien a Nava Castillo quien fue sucedido interinamente por Aarón Merino Fernández, el gran importador de funcionarios de otras entidades y quien buscó reconciliar los intereses del naciente grupo de Luis Echeverría con los políticos locales, que empezaban a hartarse de la imposición del centro. Merino le dio a ganar a varios grupos y concilió, como siempre con la presidencia municipal.
Después vino el descarte del diazordacismo que tropezó con el 68, de ahí salió la candidatura del general Rafael Moreno Valle, pieza clave en la sucesión frustrada de Martínez Manatou, el sacrificado para que llegara Echeverría quien puso a Puebla en la mira. A Moreno Valle no le fue bien, más bien le fue muy mal, no terminó su periodo, pero dejó una buena herencia en cuadros venidos de fuera de Puebla y con ello se formó una nueva clase política que descansó en la protección de Gonzalo Bautista O’farrill, quien luego lo relevaría en el cargo por un año para dar cumplimiento a los deseos de la clase política local contra los intereses nacionales, pero el gusto les duró poco.
Nuevamente el centro envió a un tercero, Guillermo Morales Blumenkron, quien cerró el tropezado sexenio en 1975. Puebla tuvo en tan sólo 12 años a 5 gobernadores.
Desde el centro el grupo de Luis Echeverría impulsó la candidatura de Carlos Fabre del Rivero, quien había formado el llamado Grupo 68, donde confluyeron profesionistas, arquitectos, economistas, abogados y contadores, una mezcla de locales y foráneos que vieron en Carlos Fabre la opción de subirse a la grande con Moya Palencia para la presidencial.
Pero nuevamente el centro se impuso y envió a Alfredo Toxqui Fernández de Lara, un senador que en aquella época no representaba mucha carga política, pero, cuentan quienes lo vivieron, Díaz Ordaz lo apreciaba y le pidió a Echeverría la posición que también peleaba Moya, pero con eso el entonces titular de Gobernación se daría cuenta que su futuro no estaba en llegar a Los Pinos, sino a la OEM, la ex cadena García Valseca que había sido formada para catapultar la candidatura de Maximino Ávila Camacho, que se quedó frustrada en Atlixco.
Toxqui no pudo influir en designar a su sucesor, intentó colocar a Marco Antonio Rojas, incluso a Miguel Quirós Pérez, pero el centro impuso a Guillermo Jiménez Morales en complicidad con Gustavo Carvajal y los entonces poderosos grupos de Hidalgo y la Sierra de Puebla. Los poblanos se frustraron nuevamente.
Apareció entonces Mariano Piña Olaya como aspirante a diputado en una travesía de distritos de la noche a la mañana, pasó por Izúcar, Atlixco, Puebla, Tehuacán y terminó en Huauchinango donde el jimenizmo lo apapachó por instrucción presidencial; Piña Olaya tendría un papel importante con Miguel de a Madrid, aparte de transmitirle la Banda Presidencial, sería el operador de los desquites presidenciales contra Jorge Díaz Serrano entre otros.
Piña Olaya, quiso imponer a Marco Antonio Rojas, pero no tuvo suerte, los pactos del salinismo con Miguel de la Madrid dejaron a Manuel Bartlett fuera de competencia presidencial y entonces le dieron Puebla como compensación.
Bartlett primero quiso impulsar a José Luis Flores Hernández, pero el grupo heredado del general Moreno Valle decidió presentar oposición y entonces el llamado “Gonzalito” destapó a Melquíades Morales Flores en una comida de empresarios donde los representares de la derecha y los grupos políticos locales se sumaron. Bartlett entendió la señal y dejó la operación para que ganara quien más apoyo presentara; Flores Hernández fue derrotado en una elección interna, tuvo en contra a la clase política poblana representada por Germán Sierra y los Bautista.
Melquíades Morales se quedó con las ganas de impulsar hasta el último, luego de la muerte de Rafael Cañedo, a Germán Sierra en la candidatura, enfrentado con Rafael Moreno Valle, el nieto, que desde que pisó Puebla se puso como meta la gubernatura.
Y he aquí que Mario Marín les ganó la partida en una negociación con Jesús Morales Flores y apoyado por algún otro familiar del entonces gobernador a quienes prometió muchas cosas.
Esa sucesión, la de Melquíades y Marín, tal vez fue la primera negociada en Puebla, entre los grupos locales, debido a la llegada del panismo a Los Pinos, Morales Flores tuvo más poder que los anteriores y prefirió a Marín finalmente por que, contaban sus cercanos que decía: “Rafael es muy joven…”.
Sin embargo la llegada de Mario Marín pasó por otra negociación con el propio Moreno Valle, le prometieron primero el liderazgo del Congreso del Estado y luego la candidatura al senado y por supuesto el apoyo para sucederle en la gubernatura.
El primer compromiso se cumplió. Rafael fue Presidente de la Gran Comisión; el segundo no se cumplió y ahí fue el rompimiento de la clase política heredada desde el abuelo en complicidad con Gonzalo Bautista y los grupos económicos alrededor.
Maximiliano Silerio Esparza, entonces delegado del CEN del PRI, bien podría contar los términos de aquél pacto entre Marín y Moreno Valle y cómo el papel de Javier Lozano Alarcón fue determinante para impulsar la candidatura ofrecida por Elba Esther Gordillo a Rafael en la primera fórmula del senado representando al PAN.
En aquél momento, surgió un grupo empresarial ligado al marinismo que impulsó a Javier López Zavala y que hoy está encumbrado en el morenovallismo.
¿Quién ha pactado la sucesión en Puebla? ¿A quién le favorece que sea Blanca Alcalá o Enrique Dóger el candidato del PRI? ¿Por qué a uno de los grupos en juego le daría mismo?
¿Qué papel juega en todo esto la sucesión para 2018, la estatal y la presidencial?
Todo esto tiene respuestas. Todo esto tiene un común denominador donde la ideología y los partidos están superados por los intereses económicos y de grupo político.
Pero eso se lo cuento en la próxima entrega.