Por: Juan Manuel Mecinas
Llegó a la silla presidencial gracias a una combinación de publicidad, pragmatismo e imagen. Ya siendo presidente, Enrique Peña Nieto ha gobernado con imagen deteriorada, con mucha publicidad y sin pragmatismo, lo que se hizo más evidente a partir de la crisis por la desaparición de estudiantes de la normal de Ayotzinapa.
Sin embargo, el pragmatismo de Peña está peleado con los grupos que lo dominan. Eso se refleja en los cambios en su gabinete.
Las llegadas de Nuño a la SEP, de Meade a SEDESOL y de Ruiz Massieu a la SRE reflejan el poder de Luis Videgaray en el primer círculo de Peña, pero no muestran a un presidente dispuesto a dar un golpe de mando en la conformación de su gabinete, a fin de lograr un cambio de ruta ya no digamos real, sino al menos aparente. Además, la llegada de Renato Sales a la Comisión de Seguridad Pública muestra el músculo de Osorio Chong, pero resulta intrascendente en la estructura de las instituciones de seguridad social.
Si Videgaray y Osorio Chong siguen siendo los grandes alfiles de Peña y Nuño, Meade y Ruiz Massieu (y algunas dicen que también Calzada) sirven para tener mas cartas sucesorias, lo cierto es que Peña sigue sin entender el mensaje ciudadano reflejado en la desaprobación a su mandato: los cambios deben ser reales o, al menos, percibirse como tales.
Lo anterior significa que Peña necesitaba un cambio en Gobernación y en la Secretaria de Hacienda, salvo que su intención sea seguir hundiendo a Chong y a Videgaray. Mientras esos cambios no se presenten, la percepción seguirá siendo de un presidente maniatado e incapaz, con un gabinete que se asemeja a un club de amiguetes que juegan a ser cancilleres, economistas, generadores de turismo o combatientes de la pobreza. Su experiencia no importa: es su amistad con el presidente y la deferencia de Chong o de Videgaray lo trascendente.
De las tres características que lo hicieron presidente, a Peña siempre se le reconoció el pragmatismo como su cualidad esencial. Hoy, ese pragmatismo está ausente, la publicidad no es suficiente y su imagen es decadente. Peña luce como un rey que se mira al espejo con una imagen desgastada, mientras la turba de la pobreza, la corrupción y la desigualdad toma sigilosamente el castillo que habita y el reino sobre el que dice mandar. No importa que las piezas de su gabinete cambien de posición en el tablero sucesorio, porque los peones siguen siendo peones y los alfiles del Presidente siguen siendo los mismos: Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong.
A pesar de todo, todo sigue igual; nada se mueve.